Titulo: Covert
Capítulo: Capítulo1
Autor: Sabrina Knight
Fandom: Los tres mosqueteros//Original
Reseña: A pesar de nuestras diferencias, nuestros sueños son los mismos.
§Capítulo 1 - Sueños de Libertad§
Bianca despertó, como siempre, de un brinco justo al notar el sol en su rostro. Se estiró tanto hasta que sus huesos tronaron y, tan pronto como se sintió segura, tocó la campanita que tenía en su habitación y se fue a esconder detrás de su biombo.
Seth despertó luego de que su madre lo tirara de la cama. El sol aun no salía y no había reparado su cansancio del día anterior. Caminaba arrastras tratando de no tropezarse con su propio pie, ni de cerrar los ojos en el momento en que entrara a la cocina para que su madre no lo regañara.
- Toma - le dio una bandeja - ya sabes a dónde llevarla. - Seth asintió y dio la media vuelta - Y Seth... - el chico volteó y su madre le echó un vaso de agua fria en el rostro - Ya despierta.
Seth despertó de golpe, el agua le había mojado las ropas y le había dejado el rostro escurriendo. Su madre sonrió orgullosa de su maldad, y él, sin quejarse se dio la media vuelta y salió llevando la bandeja en la mano. Hasta ese momento Seth se dio cuenta de que el sol ya había salido.
- Date prisa - ordenó Bianca a su dama de compañía, que de inmediato le apretó los cordones de su corset para amarrarlos de inmediato. Bianca dio vuelta y la muchacha le puso encima un vestido violeta con blanco. Amarraron los cordones y Bianca se dio por lista para salir de su habitación con tanta prisa como si un regalo la estuviera esperando afuera.
Seth acomodó la última veladora mientras que su padre ordenaba las gardenias en su lugar. Su padre, hombre ya con varias canas encima, algo pasado de peso, y con afable rostro le había contado muchas veces de la persona que ahora visitaban y acomodaban la tumba.
- La Condesa era una mujer tan bella... - decía mientras terminaba de poner la última gardenia.
- ¿Más que Bianca?
- En realidad Bianca es identica a su madre. - Su padre se hizo atrás y miró con detalle hasta que le pareciera perfecto - ¿Ya no la recuerdas, verdad?
- Muy poco, casi no.
- Ella te quería mucho.
- Eso sí lo recuerdo. - Su padre dibujó una sonrisa y dio un suspiro largo. - ¿Qué pasa?
- Nada. Sólo recordaba a la Condesa. Era una muy buena mujer, una excelente patrona, pero...
- ¿Pero...? - el padre de Seth se encogió de hombros.
- Aun pienso que murio demasiado joven. Le faltaban tantas cosas por vivir.
John, el padre de Seth y encargado de las caballerizas por más de 20 años, sabía lo que decía, sabía que el suspiro que daba era por extrañar a una buena amiga, aunque claro, su hijo ignoraba todo, para Seth lo único que quedaba de la Condesa Leicester era la tumba, viejos recuerdos y su hija, Bianca.
- ¡No me digan que ya terminaron! - reclamó Bianca que había llegado corriendo. - ¡No es justo! - dio una patada al piso y cruzó los brazos en simbolo del berrinche que ya estaba haciendo.
- Claro que no hemos terminado - respondió John con una sonrisa, fue atrás de la tumba y de ahí sacó un ramo de lirios blancos. - Eran los favoritos de su madre.
Bianca los recibió con tanta alegría que hasta el rostro le había brillado. Los olió y pudo rescatar ese bello perfume.
- ¡Es delicioso! Mi madre debió de amarlos por el olor.
- En realidad su madre amaba el olor de las gardenias. Lo que amaba de los lirios era...
- Era que le recordaban viejos viajes que tuvo en su juventud. - interrumpió el dueño de todo, el viudo y padre de Bianca, el Conde de Devonshire. - Tonterías que jamás se pudo sacar de la cabeza.
- ¡Padre! - Bianca corrió a abrazar a su padre y él la recibió con el mismo cariño.
- Te dije Bianca que me esperaras para llegar juntos a la tumba de tu madre.
- No podía esperar, tenía que ayudar a arreglarla. Quiero que todo esté perfecto para mi madre. - Bianca miró la tumba y sonrió al leer el nombre de su madre:
"Cosette Gaunt, Condesa de Leicester
1609 - 1633
Recuerdo de su esposo y su amada hija"
Había muerto tan joven.Su padre había dicho que de una enfermedad grave que ella nunca pudo ver. Aunque a Bianca le había parecido que su madre había muerto de tristeza.
El Conde había decidido empezar a orar, así que Seth y John se colocaron detrás de ellos para comenzar las oraciones. Bianca le había dirigido al joven una sonrisa a lo que él no pudo ocultar sonrojarse y acto seguido tropezar con una piedra del camino. Bianca rió, el Conde ni siquiera se percató.
John miraba atrás bastante preocupado, Seth sabía perfectamente a qué se debía. Su madre, Noleen, había sido dama de compañía de la madre de Bianca y cada año acompañaba a recordarla. Era muy extraño que no estuviera ya ahí, a sabiendas de que no se iba a perdonar si se perdía las oraciones.
Entonces Seth pudo notar algo extraño que su padre también había visto. Noleen iba en camino, pero acompañada de alguien más.
El chico reconoció de quién se trataba. Un viejo amigo de la Condesa, que año con año los acompañaba en esas fechas. Noleen no podía ocultar la molestia que sentía al estar junto a esa persona, pero por educación tenía que tragarselo. El hombre al reconocer a John y Seth alzó el brazo en forma de saludo que ambos respondieron.
Seth sentía admiración por ese hombre, tan fuerte, varonil y tan noble. Era un mosquetero del rey, bueno, lo había sido, pero la habilidad y la destreza era algo que admiraba. Seth quería ser como él.
El Conde y Bianca estaban demasiado consentrados en las oraciones para darse cuenta de lo que pasaba, así que John los interrumpió y ambos voltearon. Bianca corrió hacia él con emoción. El Conde lo miró con desgano y fastidio. Hasta en eso tenía que entrometerse el viejo amigo de Cosette, el Conde de la Fère.
- ¡Athos! - el hombre abrazó a la chica emocionado.
- Mi hermosa Bianca.
- Que bueno que llegaste, estábamos rezando por mi madre y...
- Bianca. Cuantas veces te he dicho que al Conde de la Fère le llames así, con respeto.
- Conde, por favor, no se moleste. Mi ahijada tiene la libertad de llamarme como quiera.
- Pero no el permiso - Bianca torció la boca. Ella sabía que no debía hacerlo, al menos no frente a su padre, pero la emoción le había ganado y no lo pudo evitar.
- Lo siento padre. - dijo ella cabizbaja, aunque Seth fue el único en notar que lo hacía poniendo los ojos en blanco. Odiaba que la regañaran.
- ¿Qué hace aquí Conde? No esperábamos su visita y menos un día como hoy.
El Conde de la Fère sólo sonrió y miró la tumba de Cosette.
- Quise aprovechar un viaje que tenía pendiente, además, pronto será el cumpleaños 16 de Bianca y quise darle un regalo personalmente.
- ¿Un regalo? - preguntó la chica con los ojos brillándole - ¿Qué es Conde?
- Lo que sea - reclamó su padre poniendo severa y dura la voz - tendrá que ser después de rezarle a tu madre.
- Por supuesto Conde. Jamás me atrevería a estar antes que la Condesa.
Los condes se miraron, uno no podía evitar que el odio se le saliera por los ojos, el otro no podía evitar retarlo. Todos regresaron a las oraciones, cada uno recordando a la Condesa, a Cosette, de la forma en que la tenían en la mente.
Bianca sonreía. Era verdad que tenía pocos recuerdos de ella, había muerto cuando ella apenas tenía 6 años y pocas cosas se le pudieron quedar en la cabeza. Lo que tenía más presente eran las sensaciones, los olores, la felicidad que le causaba su compañía. Es más recordaba el gesto que siempre hacía cuando su padre le obligaba a aprender a coser, mientras que ella le quería enseñar a montar.
No podía evitar sentirse nostálgica, y a pesar de sonreír ante el recuerdo, soltó varias lágrimas. ¿Qué habría sido de Bianca si su madre siguiera viva?
Athos se persignó, mientras que los demás sólo dieron un paso atrás antes de marcharse. El Conde de la Fère miró un segundo más la tumba y sonrió lacónico. Suspiró y siguió a los que iban camino al castillo.
Llegaron al castillo y de inmediato Noleen y Seth retomaron sus puestos como sirvientes del castillo, los condes y Bianca se acomodaron en la sala donde Noleen llegó con una bandeja con Whisky y Vino, pidió permiso y salió de ahí. Bianca no podía dejar de brincar de la felicidad.
- ¿Qué es lo que ha traído para mi Conde?
- No seas impaciente Bianca - dijo su padre con el mismo tono severo que le conocía su hija en cada visita del Conde de la Fère. Bianca dejó de brincar y se hizo para atrás. - Conde, de verdad espero que su visita sea breve para poder retomar nuestras vidas y usted siga su camino, así que...
- No se preocupe Conde - interrumpió Athos - mi visita es breve, tengo que regresar a Francia.
- ¿Por qué? - preguntó Bianca a lo que su padre inmediatamente la miró y Bianca calló.
- Sólo estaba aprovechando un viaje de negocios, en la noche parto rumbo a París. - Bianca no pudo evitar poner la cara larga. - así que no perderé el tiempo. - abrió su saco y de ahí sacó una pequeña caja que entregó a la joven. - tu madre me pidió dártelo hace muchos años, me pidió hacerlo cuando tuvieras edad de lucirlo.
- ¿Lucirlo? - la joven, completamente intrigada, abrió la caja y de ahí vio maravillada una hermosa pulsera plateada con varias piedras preciosas de diversos colores. - ¡Es hermoso! ¡Mire padre!
El Conde miró la caja apenas de reojo.
- ¿Por qué tenías tú un objeto así de mi esposa?
- Porque ella me lo dio para Bianca.
- ¿Qué tenías que hacer tú con una joya de mi esposa? No la habrás robado y empeñado para obtener unos centavos y después queriendo tener la conciencia tranquila la sacaste para dársela a su dueña?
- ¡Padre! - exclamó la chica avergonzada, pero el Conde de la Fère sólo sonrió.
- Es una excelente historia en realidad. Y tendría sentido excepto por una cosa: yo no me robo, ni tomo a la fuerza cosas que no me pertenecen, porque yo sé que aunque estén conmigo, jamás serán mías.
- ¡Conde! - exclamó la chica, no era la primera vez que Bianca se quedaba en medio de una riña entre su padre y su padrino - Conde, muchas gracias por el regalo, me encanta y estoy segura que a mi madre le encantaría vérmelo puesto.
- Nada la haría más feliz. - Bianca abrazó a Athos y enseguida intentó ponérsela. - Tranquila mi niña, sino te la pones ahora será en un momento especial.- le sonrió a la chica y ella le respondió de la misma forma. - Bueno, - miró el reloj - es hora de que parta.
- ¿Tan pronto?
- Por supuesto, necesito estar en Paris mañana mismo, así que no debo perder tiempo. - El conde no dejaba de mirar a Athos inquisitivamente - además, no me gusta perder la tradición de jamás beber el vino que siempre trae Noleen.
- Es una costumbre que jamás dejaré pasar Conde de la Fère.
Athos dibujó una sonrisa.
- Siempre es un placer Conde. - dijo con sarcasmo - mi bella niña, tengo que marcharme.
- Lo acompaño al jardín.
- No Bianca, tú tienes que hacer tus labores del día y no puedes perder más tiempo.
- Pero coser no es algo que me agrade y...
- Es tu responsabilidad Bianca.
- Mi niña, no te molestes, conozco la salida. Además, no quiero interrumpir tus responsabilidades. - Bianca y Athos se abrazaron y entonces él le murmuró en el oído - Lee la parte baja de la caja.
Se separaron y Bianca sólo asintió.Athos le sonrió, era algo que hacían su padrino y ella cada vez que él la visitaba con su padre en casa, se mandaban mensajes en sus obsequios, y claro, esta vez no fue excepción.
- Conde, siempre un placer - hizo una inclinación en señal de respeto.
- Me gustaría poder decir lo mismo. ¡Seth! - el chico apareció en un segundo - acompaña al caballero a la puerta del castillo, y revisa bien que no haya forma de abrir por fuera.
- Sí Conde.
Athos no dijo nada y salió dirigiéndole una sonrisa a su ahijada. Esperó unos minutos hasta saber que su padrino ya había tomado camino y pidió permiso para regresar a su habitación, él conde la concedió y Bianca salió. Hasta ese momento el Conde de Devonshire respiró, se acercó a la copa de whisky servido y lo bebió hasta el fondo. Para el Conde, las visitas del viejo mosquetero eran su maldición, era volver años atrás en donde se sentía amenazado por perder. Y él nunca perdía, nunca.
En tanto el Conde la Fère, consciente de lo que su propia presencia causaba, animó a Seth contándole una pequeña anécdota de sus años de mosquetero, una historia tan pequeña, tan alentadora que el conde sólo tuvo que decirle al muchacho:
- Yo decidí entrar porque quería luchar no sólo por mi país, por mi rey, sino por mi mismo. Sabía que en el momento en que me convirtiera en mosquetero mi vida tendría un sentido diferente, no sólo por el florete y las armas, sino porque en ese momento yo decidí por mi, por lo que quería. - Seth lo miraba fascinado - ¿Sabes qué fue lo mejor de ser mosquetero? - el chico movió la cabeza - que pude sentirme libre.
El mosquetero sonrió, le dio una palmada en el hombro y dijo:
- ¿Tu qué esperas para ser quien quieres ser y no lo que los demás quieren que seas? - el chico se quedó mudo - Nos veremos pronto Seth. Muy pronto.
Athos partió subiendo a su carruaje que lo esperaba. Seth se quedó inmóvil, esperando a perder de vista al carruaje y tratando de encontrar sentido a las palabras del viejo mosquetero. Cuando despertó de sus pensamientos regresó y cerró la puerta asegurándose que nadie la podría abrir por fuera.
Bianca había corrido una vez que puso un pie fuera de los ojos de su padre, se echó a su mesa de noche y abrió la caja completa, ahí encontró el siguiente mensaje.
Esta pulsera me la dio tu madre antes de morir, me pidió dártela cuando tuvieras edad de entender lo siguiente: "La libertad es un estado que se puede perder sólo si estás dispuesto a hacerlo".
Cada una de las piedras de la pulsera simboliza tierras lejanas que jamás pudo visitar, un viejo amigo las recogió en varios de sus viajes y tu madre se encargó de unirlas. Muchas no tienen un valor monetario, tu madre se encargó de pulirlas hasta darle el brillo que merecían. Jamás se la quitó hasta el día de su muerte.
Conserva esta pulsera y analiza las palabras. Todos merecemos ser libres.
Te quiere.
El Conde de la Fère.
Bianca miró la pulsera con admiración, con ternura y con ciertas dudas. ¿La libertad? ¿Había sido alguna vez libre? ¿A qué se refería su madre?
Bianca le vueltas a esos pensamientos el resto de la tarde, en la cena que le servía Seth y hasta llegar a su cama donde Noleen le ayudó a quitarse el vestido.
Por otro lado, Seth había hecho exactamente lo mismo. Se preguntaba si había sido libre alguna vez y si alguna vez lo podría ser. Lo pensó toda la tarde, mientras servía la cena, cuando tiró la sopa en la cocina y hasta llegar a su cama donde los ronquidos de su padre lo arrullaban.
Esa noche, y a pesar de ser tan diferentes, Seth y Bianca soñaron con lo mismo: su concepto de libertad.