jueves, agosto 30

La reina, el caballo y el alfil §Capítulo 4§

Titulo: La reina, el caballo y el alfíl.
Capítulo: 4. La mano derecha.
Autor: Sabrina Knight
Fandom: Original
Reseña: El origen del mal, el origen del caos se haya en los mismos que jamás han querido abandonarlo.

Capítulo IV §La mano derecha§

Su posición siempre había sido atrás del líder justo en su hombro derecho. Callado, observando y siempre atento a las miradas, las palabras, las acciones de los demás a su alrededor.

Acompañaba los aplausos, y llevaba a los mandatarios al final de la sala donde recomendaba qué decir, qué hacer, los halagaba o bien los regañaba. Él tenía el poder de hablar así con ellos: los hombres más poderosos del mundo.

La conferencia terminó como siempre con ese mar de aplausos, la prensa no podía esperar, querían preguntar más.

- El presidente no responderá nada hasta la conferencia de prensa programada. - respondió el hombre haciendo a un lado a todos con su tono imponente de voz.

El presidente se dedicó a extender el brazo para saludar a los que tomaban fotos y de inmediato entró a su pequeña e improvisada oficina.

- ¡Hay tanta gente! - exclamó contento - No pensé que tantos seguidores vinieran a este pueblo perdido.
- Señor, por favor no menosprecie este lugar.
- Por supuesto que no lo menosprecio Coverfield, pero estoy impresionado. ¿Sabes qué me pone a pensar? Que hoy más que nunca el pueblo desea mi reelección.
- No hay otra cosa que quiera más el pueblo - sonrió de forma confortante para el presidente. - De hecho las encuestas del día de hoy lo colocan 10 puntos por encima de su contrincante más cercano.
- ¿10 puntos? ¡Es increíble! - dio un golpe en la mesa - Hace 4 años estábamos a sólo 3 puntos. Con una separación de ese margen ya no puede haber error.
- A eso nos hemos estado dedicando todos estos años de gobierno, señor presidente.

El presidente hizo un ademán de felicidad y se sentó en un sillón que se veía bastante cómodo. Se estiró y sin motivo aparente se empezó a reir.

- ¿Pasa algo señor?
- No, nada Daniel. Es que no quepo de tanta alegría.
- Y eso es justo lo que necesita irradiar en las preguntas. ¿Ya sabe qué contestar?
- Por supuesto, me has entrenado muy bien. Tengo la seguridad suficiente para que el pueblo me vea y sepa que tiene que reelegirme.
- Me parece perfecto señor presidente. - le puso una mano en el hombro - Ahora, hablando de otros temas, le dejé unos documentos que necesito lea y firme.
- Claro, dejame leerlo.

El hombre le dio las hojas y el presidente se puso a leer sin mucha atención. Daniel se quedó de pie recargando en la pared, mirando los actos y cómo los ojos del presidente seguían las lineas del texto que le había dado.

Suspiró.

Ese era él: Daniel Coverfield. En ese momento asesor de campaña del hombre más importante del mundo, en otro momento jefe o asesor de guerra en Afganistan, Irak, Corea del Norte, Sudán, Israel, Vietnam, Francia, España, Inglaterra, Argentina, Rusia, Alemania. No importaba para nada el bando en el que estuviera, siempre estaría en el más conveniente para él mismo. ¿Qué ganaba? Generar muerte y destrucción no era su objetivo principal, pero una vida eterna lo habían llevado a ese camino.

Daniel tenía una memoria precisa que lo hacía recordar su niñez en Roma, su primer nombre (que con los años lo ha ido modificando), sus peleas en el campo de batalla luchando en el nombre de Dios, hasta la cruel forma en que ayudó al último Führer a crear los campos de concentración.

Ese hombre había visto pasar por sus ojos la creación de nuevas y más crueles armas de destrucción, era testigo de la crueldad del ser humano y de la infamia de la traición entre los mismos aliados. Él era responsable de grandes tragedias que jamás perturbaron sus descansos. No conocía la palabra remordimiento, culpabilidad y mucho menos el perdón. Para Daniel la gente era útil o inútil, necesaria o innecesaria. En el dilema del sobre el ser humano él no identificaba colores, todo era blanco o negro.

Los viajes al rededor del mundo le habían dado diferentes lecciones, algunas más sorprendentes de las que él mismo esperaba, otras sólo le remarcaban la estupidez de las personas. Al principio se avergonzó de lo que la gente era capaz de hacer por ganar. Le daba pena pensar que una parte de él era como ellos, aunque a la hora de cazar a sus victimas eso pasaba desapercibido: la inteligencia o la estupidez no cambiaba el sabor de la sangre.

El aroma, el sabor de la sangre era siempre exquisito. Un placer que la vida le había dado para disfrutar. Por extraño que pareciera él era un ser diferente a los demás. Daniel no usa la sangre para sobrevivir, no tiene ninguna pelea con el sol, descansa por las noches y disfruta de las mujeres tanto como se le ofreciera la oportunidad. No había nada que lo detuviera, ni el tiempo, el sol ni la sangre. Durante mucho tiempo se creyó invencible.

Pero un siglo antes se dio cuenta que no lo era.

Aun venía a su mente el rostro de aquella mujer: hermosa, delicada, un ejemplar único entre su larga existencia. Orgullosa, valiente, creyente de sus convicciones, terca y muy inteligente. Probablemente la única persona que vio capaz de seguir su paso en la larga mortalidad.

Curioso que siempre al recordarla al mismo tiempo tocaba su cuello. Esa mujer le había formado esa cicatriz casi imperceptible, invisible para todos, pero profunda para ese hombre, honda para el orgullo y el ego del asesor del presidente. Esa mujer intentó matarlo, y lo hubiera hecho si hubiera sabido que el fuego era lo único que podía acabar con él. Neófita e incrédula que sólo creó un monstruo lleno rencor, de odio y con sed de venganza.

- Daniel, aquí hay algo que no entiendo - interrumpió el presidente los pensamientos y recuerdos de aquel hombre que se acercó a él.
- ¿Qué pasa señor?
- ¿Qué significa esta clausula?
- ¿Cuál? - le señaló con el indice - Eso ya lo habíamos discutido señor.
- No, tú y yo habíamos hablado de enviar tropas de paz para evitar la división.
- Y eso es justo lo que dice. La Organización de las Naciones Unidas será la encargada de negociar la paz.
- Pero, aquí dice que en caso de que la ONU no logre conciliar las partes...
- El país tiene el derecho sobre la organización para decidir lo que es mejor para ese gobierno errante. Para ello tendremos lista a nuestra armada. - El presidente miró con duda a Daniel - Señor, no hay nada de qué preocuparse, esa es sólo una medida extrema. Confiemos en que la ONU logre un acuerdo de paz. - el mandatario asintió mientras seguía viendo el papel - ¿Pasa algo señor?
- No. - Se quedó pensando - ¿Sabes lo que podríamos lograr con un acuerdo así? Sería la paz después de tantos años. ¿Te imaginas que alguien se quiera aprovechar e invadirlos? Nadie quiere tampoco que un país con tantas minas de diamantes se separe.
- Por supuesto que no señor. Nosotros nos encargaremos de eso. Después de todo, sólo somos emisarios de la paz. ¿No es así señor Presidente?

El presidente miró a Daniel y asintió. Tomó la pluma con firmeza y firmó el acuerdo. Miró el reloj, dejó la pluma y se puso de pie.

- Muy bien, creo que ya es hora de la conferencia de prensa.
- Así es - Daniel tomó los papeles y los guardó en un portafolios que selló de inmediato - ¿está listo para ser reelecto señor?
- Más que nunca.

Daniel abrió la puerta y el presidente salió rodeado de prensa que lo abrumaba de preguntas. Daniel se colocó a un lado, a su derecha. tomó posición callado, observando y siempre atento a las miradas, las palabras, las acciones de los demás.

A veces todavía se preguntaba Daniel porqué estaba ahí, ¿Qué ganaba? Ganaba posiciones, ganaba piezas, ganaba las diferentes partidas que se proponía. Porque para él la vida era como un tablero de ajedrez donde todos quieren ser el rey, pero él no. Prefería ser como el caballo, a la derecha del rey, mirando todo y listo para atacar sin más limitaciones que las que él mismo se ponía.

Y los límites era algo que él no conocía.

La reina, el caballo y el alfil §Capítulo 3§

Titulo: La reina, el caballo y el alfíl.
Capítulo: 3. Tentaciones.
Autor: Sabrina Knight/Vejibra Momiji
Fandom: Original
Reseña: La tentación de un beso, la tentación de una caricia. La verdadera tentación es la de volver a sentir.

Capítulo III §Tentaciones§

La invito a pasar. La miraba con atención, como si la estudiara y analizara cada detalle de su figura y de sus emociones

- No es luz verdadera - aclaró señalando las cortinas negras que se encontraban cubriendo cada ventana. La luz del día podía ser mortal si no se cuidaban y aun asi en días como aquellos donde no habia sol, prefería simplemente iluminarse en su apartamento. -¿Que es lo que deseas? -susurró con una sonrisa, aunque realmente no era sincero en su pregunta, pues el mismo la había atraido a su hogar.

Ireri volteó riendose de la ironia.

 - Yo no quiero nada, no tengo la necesidad, soy una muerta viviente - lo señaló - como tú. - La chica dejó su bolsa a un lado y se sentó en uno de los divanes. - Me intriga lo que tú quieres. ¿Por qué me envíaste esa tarjeta? Él no se sentó, sólo se le quedó mirando. - Por favor, dime. ¿Qué es lo que tú quieres de mi?

Hubo un largo silencio entre los dos, silencio apacible, típico de ellos, tan natural que él sólo se limitó a curvar sus labios en una media sonrisa, mostrando un poco sus colmillos

- Curiosidad - susurro. El azul de sus ojos azules se intensifico. - ¿Nunca has sentido curiosidad? - se acercó a ella y la miró intensamente. - Estamos muertos y siempre estamos solos ¿Nunca te has preguntado qué hay más allá de todo esto?

- Todo el tiempo... - dijo tratando de no dejarse llevar por la mirada del hombre frente a ella - Pero no he hayado una respuesta.

Ireri se hizo para atras y caminó a la cocina del hombre. Se acercó a la barra y miró el cenicero con varias colillas, copas de vino vacias y botellas arrumbadas en una esquina. Volteó y él ya estaba ahí, detras de ella.

- Yo dejé de buscar una respuesta.

Habia un silencio mas profundo en sus palabras tan nitidas como el agua tan claras como el invierno - Si es asi... ¿entonces por qué no buscas una nueva.?

Ethan la miró un largo momento mientras sus manos se dirigian a la curvatura de su cintura, y sonreía una vez más. Parecía que tenía en mente demasiadas cosas, pero  a la vez no se atrevió a declarar nada. No obstante se alejó, y fue a buscar una botella de vino, y la abrió.

-Siempre he pensado ¿Por qué buscar respuesta a una pregunta que no tiene sentido? - tomo una copa de vino y deposito el suave líquido rojo en ella, entregándosela lentamente -¿Que tal si... iniciamos una nueva?.

Por un momento ella se quiso dejar llevar, el toque, frío pero firme de esas manos, de esa mirada.

- ¿Un nuevo sentido? - dijo cuando reaccionó, Ethan se servía su copa de vino y apenas subió su mirada - ¿Tú qué has encontrado para querer perder?

Se sorprendió a su pregunta, pese a que no tenia la menor idea de porque estaba actuando de esa forma, que quería el realmente con esa situación, con esa seducción que ejercia y que durante siglos habia evitado. Su naturaleza de vampiro le llamaba y le atraia, era viejo, podía sentirlo, ella era joven y aun mantenia la melancolia de todo vampiro joven... y aun asi, solo miro sus ojos, y se sintio intrigado.

Tras pensarlo, sonrio, y bebio de su copa lentamente.

- En la vida...- murmuro intrigante- no tenemos nada que perder. ¿Por qué no ganar o perder una "vida"?

Ella sonrió al escuchar el comentario.

- Todo el tiempo - se acercó a él - cuando nos alimentamos, terminamos una vida, pero la de nosotros es un martirio sin fin. - Se inclinó hasta llegar a la barra donde él se encontraba - ¿Qué es lo que quieres de mi? - Él la miró y esbozó una sonrisa.
- ¿Quieres más vino? - preguntó
- Te lo agradecería. - Ireri siguió mirando la casa. Era grande, espaciosa y... a su olfato llegó el olor de carne, sangre. - creo que... - señaló la puerta - tienes visitas...

La miro dudando, y fue hacia la puerta, no obstante no encontro a nadie. La miró largo rato y suspiro:

- Tal vez solo fue tu imaginación - aunque el aroma estaba en el aire. Se intrigo por varios minutos y se acerco a ella - La sangre sólo es un elemento esencial, pretender que estamos vivos es la respuesta. - sonrió y tomo el vino. No tenia sabor ni olor en sus labios muertos, pero era suficiente.

Se quedaron mirandose el uno al otro largos segundos que parecieron eternos, hasta que el se atrevio a hablar:

- ¿Qué buscas tú? - murmuro levemente - cuando te vi el otro día parecía que buscabas algo.. aunque en realidad podia ser que yo te buscara a ti.

El olor continuaba a pesar de que Etha no encontrara nada. Decidió ignorar el hecho.

- Salud entonces - chocó su copa con la de él - parece ser que la busqueda rinció frutos. - pasó el vino por sus labios humedeciendolos - ¿Sabes cuantos de nuestra clase conozco? - Ethan lo negó - contigo tres. El que me hizo, tú y yo...

Miró la copa de cristal, aspiró el olor a sangre que aun se sentía en el rumbo y tomó el vino pensando que era sangre.

- La soledad ha sido muy larga.

La miro un momento y con su permiso, acaricio su mejilla

- Tal vez, demasiado larga - miró sus labios y se alejo, pues tenía una confusión en la mente que no debía tener en cuenta. En ese momento. Entonces tomo su mano entre sus dedos y la llevo a sus labios, como el caballero que era, el que había vivido mucho tiempo - y en todo caso. ¿Te paresco interesante?

Era curioso cómo ese olor que aun persivía la estaba embriagando, como si el vino tuviera efecto sobre ella. Notó le gesto y ella se dejó llevar.

- Me pareces interesante, misterioso... - se mordió un labio al mismo tiempo que dejó la copa a un lado y se acercó a él. - un especimen tan extraño que por eso mismo estoy aquí.

Tocó su mejilla con las yemas de los dedos, su piel era porcelana pura, suave. Se acercó cada vez más a él. Ese olor que tenía, del que estaba impregnado.

- ¿Qué sorpresas tienes...?

Se inclino un poco hacia ella, sus ojos azules brillando con fuerza e intensidad, como si la naturaleza misma de su creación asi lo hubiera diseñado, un momento etereo para ambos que durante mucho tiempo habían buscando algo más en su soledad inmediata, entonces deslizo un dedo sobre sus labios y suspiro en su aroma. Estaba a punto de cometer una locura, cuando una voz habló del interior de su habitación.

-¡Ethan! - grito la vocita de una niña de entre sus 14 años. Ethan soltó a Ireri y el aroma, asi como el dulce encanto desaparecio. La muchacho la miró incredula, y un poco avergonzado, no obstante reaccionó inmediatamente -¿Quién es esta?

Ireri se hizo para atrás y miró con los ojos bien abiertos a la chica que estaba ahí.  Miró a Ethan y de pronto se tapó la nariz como si la chica apestara.

- Hice una pregunta - insitió - ¿Quién es esta?
- Es... una amiga.
- Sí, eso soy. Una amiga que llegó en el momento menos adecuado.

Chloe miró inquisitivamente a la mujer mientras la inspeccionaba. Ireri no pudo más y fue por su bolsa.

- Creo que mejor yo me voy...

Ethan sostuvo la muñeca de Ireri
- Quédate - y miró a la pequeña detras de ellos - Ve a tu casa - la niña tomó una manzana y entonces frunció el ceño.
- Es como tú. No necesito sentirme desprotegida. Es... como tu - molesta y algo ignorada la chica le lanzó un pan a Ethan, a lo que el vampiro bufo un poco molesto, pero sin soltar a su visita.
-¡Ve a casa Chloe! - la niña subió los hombros y miró a la vampiresa.
-Que tiene de buenas las vam... - con un rapido movimiento, Ethan sostuvo a la pequeña de la boca y la llevó con el hacia la habitación, encerrandola ahí. Cuando miro en dirección hacia su cocina, Ireri habia desaparecido, así que tomando su chaqueta la siguio rapidamente, tenia que alcanzarla.

Ireri cruzó la puerta y comenzó a respirar tan fuerte como pudo para quitarse el olor de esa niña.
¿Pero qué hacía esa niña ahi? ¿Acaso era una clase de diversión para ese vampiro? Ireri dio una fuerte patada a la pared. Se sentía tonta y debil. Siempre podía controlarse, pero ese olor la embriagó e hizo que el apetito apareciera y...

- Espera... - Ethan la tomó de la muñeca. Estaba tan distraida reclamandose que no se había dado cuenta de la presencia de él.
- ¿Qué quieres que espere? ¿Qué era lo que pretendías con una niña ahí? ¿Qué acaso es tu provisión de alimento?

La miro asustado.

-¿Qué? –se agitó un poco y miro a Ireri a los ojos -No. Chloe no es mi alimento...- pero la vampiresa no aceptó su respuesta y trato de alejarse de él. Así que le sostuvo de la muñeca y para que no los vieran la llevo a un callejon oscuro. - Cuido de ella, viene a visitarme. No me alimento de ella.

Ireri se trató de soltar pero la fuerza de Ethan era mayor que la de ella.
- Muy bien, perfecto ¿Pero sabes a lo que expones a una chica así? Peor, sabiendo bien qué eres tu y qué soy yo.

Ella se soltó.

- ¿Qué es lo que quieres de una niña así? ¿Cómo puedes cuidarla y no...? De verdad, Ethan, ¿Qué es lo que quieres de mi?

Ella hablaba rapido, agitada, asustada de lo que esa niña había despertado en ella. Le asustaba lo que ella misma podía hacer.

- No le pasará nada - murmuró y era una historia larga, muy larga - cuido de ella, y la protegeré de ti, si es necesario. - habia seriedad en sus facciones - porque se lo debo. - Sin que ninguno se diera cuenta, la noche comenzó a irse, la oscuridad, y las sombras y el pasado. Ethan acarició su rostro - no lo sé... no sé que quiero de ti.

Ireri se quedó un largo rato callada, analizandolo, el olor se había ido, se revolvía con el de la ciudad. Lo miró severa y se quedó pensativa. ¿Quién lo iba a decir? Ella ya no se había encontrado en una situación así desde hacía siglos.
- ¿Qué le puedes deber a una niña? Su vida no ha sido muy larga como la de alguien como nosotros.

Sonrió. Era una historia que ahora ella no podía saber

- Sólo se lo debo -murmuro, y no se referia a la niña sino a quiénes estaban detrás de ella, siglos y siglos de sangre, de familia, de pecados y horrores. - ¡ Quédate! -murmuro levemente en su oido - no prometo nada... solo.. un inicio.

La mujer había tardado siglos en encontrar alguien como ella, sabía que no podía darse el lujo de abandonar las cosas por que si.  En realidad no necesitaba explicaciones por más que quisiera exigirlas. Se encogió de hombros.

- Yo tampoco te puedo prometer nada. No estoy acostumbarada a algo así.

Ethan torció sus labios en forma de sonrisa e Ireri lo imitó.

- Pero los inicios... - se acercó a él - son un buen comienzo.

De nuevo él, esa provocación y ese aroma.

Sonrio un poco y se atrevio a besarla, no en la boca, sino en la palma de sus manos, deslizando sus labios por entre sus dedos. Se alejó de ella y murmuro, casi con una voz misteriosa, cautivadora y electrizante.

- Nos veremos pronto - Tenia ideas en su mente. Ideas extrañas de un mundo mejor, le gustaba aquella vampiresa, pero lo que intentaba hacer era borrar su pasado y por ahora su pasado no lo podia dejar.

Ireri lo miró un instante tratando de no dejarse llevar por esa corriente eléctrica que había prendido su piel. ¿Podría evitar simplemente no dejarse llevar? El ruido de algunas aves madrugadoras comenzó a hacerse presente.

- Es mejor que me vaya.
- Esa no es una respuesta.
- Nunca hubo pregunta. - ella sonrió y apretó su mano con la de él. - Necesito marcharme. - Él asintió y ella se encaminó a su automóvil. De pronto se giró - ¿Te puedo pedir un favor? La próxima vez que nos veamos no traigas a ninguna niña desamparada. No me gusta comer adolescentes.

Se rio un poco, levemente, curvando la comisura de sus labios en algo similar a una mueca. Movio la cabeza afirmando, no necesariamente tenía que decir "si". Ella entró a su automóvil y se fue alejando tan rápido como podía sin dejar de ver el espejo retrovisor hasta perderlo de vista. A pesar de todo estaba extrañamente contenta, como si con una varita mágica alguien le hubiera dibujado en el rostro una sonrisa.

Ireri suspiró fuertemente, sabía que apenas, para la gente normal empezaba el nuevo día y probablemente para ella el día seguiría siendo eterno. Aunque inexplicablemente en su cabeza le llegó de lleno la idea.

- Es un nuevo día.

miércoles, agosto 1

Beyond the past §Capítulo Uno§

Titulo: Beyond the past
Capítulo: Rutina
Autor: Sabrina Knight
Fandom: Card Captor Sakura//Original
Reseña: El pasar de los años es el más pesado en nuestras vidas.

§Capítulo 1. Rutina§

Su reloj como todos los días sonó a las 5 de la mañana. Abrió los ojos, se levantó de la cama y se cambio su pijama por un pantalón deportivo.

Salió de su cuarto con todo el silencio que pudo para no despertar al ser mágico que aún dormía con ella y que roncaba a todo pulmón.

Ya en la cocina la chica tomó su mandíl y empezó a lavar los trastes de la cena, al mismo tiempo puso a hervir el agua para el té.

El reloj aún no marcaba las 5:30 cuando la chica había lavado ya los trastes, sacudido el polvo y levantado todo lo que estaba en el piso. La tetera ya anunciaba que estaba lista y ella colocó una taza y unas pastillas en una charola, tomó la tetera con cuidado y sirvió el té, le dio el visto bueno a la charola y antes de llevársela le colocó una flor que le diera vida.

Tocó la puerta del cuarto de su padre que ya la esperaba sentado en su cama.

- ¡Papá, te dije que no hicieras esfuerzos!
- Sólo me levanté un poco Sakura, no levanté un camión.
- Pues como si lo hubieras hecho - le regañó y se acercó a darle un beso en la mejilla - ¿cómo amaneciste?
- Bien Sakura. - la chica puso la charola en las piernas de su padre - Tuve un sueño con tu madre.
- ¿En serio? - ella se sentó a un lado y lo miró tomarse su pastilla. - ¿Qué soñaste?
- Lo de siempre, que estaba con nosotros cuidandonos.
- Siempre nos cuida Papá. - le dio un beso en la frente - siempre está con nosotros.

El padre de la muchacha sonrió y ella sin más palabras salió de su cuarto y continuó la rutina del día.
A las 7 de la mañana Sakura regresó de correr unos kilómetros y regresó a casa a darse una ducha y preparar el desayuno de los tres seres que vivían ahí: su padre, Kero y ella.

Le llevó el desayuno a la cama a su padre y le ayudó a sentarse en su silla de ruedas para que pudiera moverse en su casa. Kero no tardó en oler la comida y bajar volando para terminar con todo lo que vio a su paso. En tanto que ella sólo se sentó a comer su cereal.

A las nueve de la mañana sonó el timbre de su puerta y justo terminó de maquillarse en ese momento. Se acomodó el cabello y se miró perfecta en el espejo para recibir a quien llamaba.

- ¡Buenos días Sakura!
- ¡Buenos días Yamasaki! - ambos se saludaron de forma cordial inclinándose.
- Hoy estás muy hermosa.
- Muchas gracias, tú te ves bien.
- ¿Yo? ¿Con estos trapos? Claro que no. - sonrió modestamente - bueno, tengo que contarte que de hecho esta ropa es de mi abuelo, él fue militar de la segunda guerra mundial y un día encontró escondido dentro de una casa una gran fortuna de un extranjero que vino a morir en Japón, aunque el extranjero llegó antes de la primera guerra, pero todo lo enterró. Parecía que era un mago porque había cosas que uno no podría imaginar y...
- ¿Yamasaki? - interrumpió la voz del hombre que bajaba en el elevador de su silla de ruedas.
- Señor Kinomoto, buenos días.
- Escuché desde mi cuarto tu voz y quise bajar a saludarte.
- Siempre es un placer señor.
- Me estaba contando de un tesoro que encontró su abuelo en la segunda guerra mundial.
- ¿Un tesoro? ¡Qué interesante!
- Oh bueno, señor Kinomoto, ya sabe que yo siempre tengo algo interesante que contar.
- Eso lo sé Yamasaki. Bueno hoy comienzan con la clase?
- Así es - respondió Sakura - va a ser todo el verano.
- Vaya, esos cursos para entrar a la universidad siempre han sido muy exhaustivos. Pero es su futuro y nada me gustaría más que verlos como todos unos profesionistas. Vayan con cuidado.
- Sí papá - le dio un beso en la mejilla - llego en la tarde - tomó una pequeña mochila. Yamasaki se despidió del padre de Sakura y ambos salieron de la casa.

Apenas avanzaron una cuadra Yamasaki le tomó la mano a Sakura. Ella lo miro y sonrió apenada.

- ¿No quieres que te tome de la mano?
- No, no es eso - aclaró ella - aún no me acostumbro.
- Tranquila Sakura - le apretó la mano - no tiene nada de malo. Es lo que cualquier pareja haría.
- Lo sé y creeme que no pienso que sea malo...
- ¿Entonces?
- No sé.
- Yo creo... - miró para todos lados y al ver que nadie los observaba la tomo del rostro - que un beso lo cura todo - Sakura sonrió y Yamasaki acercó sus labios a los de ella para darle un ligero beso.

Sakura se dejó llevar y lo miro sonrojada.

- Sí, también creo eso - ambos chicos se miraron tiernamente y se volvieron a fundir en un beso largo y lleno de suspiros.

En la clase de preparación ambos chicos estaban sentados anotando lo que había en el pizarrón. A ambos les faltaba un semestre para entrar a la universidad y en dos semanas serían los exámenes, así que no tenían mucho tiempo que perder más que estudiando. Yamasaki había decidido casi desde niño que estudiaría derecho, eso de hablar y persuadir a la gente se le daba muy bien y además lo disfrutaba.

Para Sakura la decisión había sido muchísimo más complicada. No sabía que quería estudiar, vio varias opciones, fue a cursos y estudió muchos libros buscando saber en qué era buena. Al final decidió que su vida estaría destinada a salvar vidas, en especial la de los niños, le encantaba su inocencia.

La siguiente hora de preparación les tocaría separados, así que Yamasaki le dio un beso en la mejilla y se cambió de salón.

Siempre que se separaba de Yamasaki era que Sakura se daba cuenta de cuanto lo quería. Era un chico que siempre había estado en su vida. Al principio ella creía que él se burlaba de ella cuando empezó a cortejarla, siempre con un obsequio, con historias súper interesantes y la atención que no había recibido de nadie. Claro que Sakura no había dudado en rechazarlo, lo hizo dos veces, la primera porque según ella esperaba las cartas de... Bueno, esperaba unas cartas que jamás llegaron, decepcionada la segunda vez lo rechazó pensando que eso del amor no era para ella. Sin embargo Yamasaki jamás se rindió y Sakura se dio cuenta de cuánta falta le hacía, así que en la tercera ocasión, Yamasaki armado de valor estaba listo para un nuevo rechazo, pero recibió a una Sakura que ardía en ansias de aceptarlo.

Ellos desde entonces no podían dejar de estar juntos, de quererse, de llamarse todo el tiempo. Sakura lo quería mucho, quizás más de lo que amó a...

Cuando salió de la clase Yamasaki ya la esperaba fuera del salón empezaron a platicar sobre las clases, y decidieron ir a comprar un helado. Llegaron al parque tomados de la mano y se sentaron en un banca.

Sakura estaba nerviosa por el examen, sabía que era muy difícil y temía no poder pasarlo.

- Tranquila Sakura, eres muy inteligente, vas a pasar el examen, lo haremos los dos. Además no creo que la universidad sea tan tonta como para no querer a una atleta, animadora, a alguien tan bella y lista como tú.
- Lo dices tan fácil.
- Es fácil. Hemos estudiado lo suficiente y somos muy inteligentes y... - frunció el ceño y miró detenidamente a la chica - A ti lo que te preocupa es otra cosa ¿verdad? No me engañas, yo sé que estás preocupada por tu papá.

Sakura bajó la vista.

- Sakura, no te preocupes por él, tu papá es muy independiente y todo lo puede hacer por él mismo.
- Yo sé que puede, pero me preocupa que un día no pueda, si nos aceptan en la universidad ¿sabes a la distancia que está de mi casa? Mi papá me dijo que lo mejor sería que rentara cerca de la facultad porque perderé mucho tiempo en viajes y...
-Sakura... - el chico tomó su mano - ya tengo un plan. Mira, mi mamá ha dicho lo mismo y le dije que lo mejor sería que con lo que me daría para rentar cerca del campus, mejor me ayudara a comprar un coche. Vendré por ti todos los días y nos iremos y volveremos juntos, así tu no te preocupas de las distancias y yo sabré que estás bien. Ambos podremos ir y venir con nuestros padres sin descuidar los estudios. - la chica sonrió enternecida y le apretó la mano - También te enseñaré a conducir ¿qué dices?
- Yamasaki yo...
- No quiero escuchar negativas Sakura Kinomoto, vamos a hacer esto por los dos ¿qué dices?

Sakura le plantó un beso en los labios.

- No sé que haría sin ti Yamasaki.
- Ni yo sin ti Sakura... Te quiero mucho y quiero que siempre sonrías, así como lo haces.

La chica sonrió apenada y se recargó en su hombro.

- Yo también te quiero mucho. - Yamasaki sonrió y recargó su cabeza en la de ella.

Ya comenzaba a caer la tarde cuando llegaron a casa de Sakura, Yamasaki no quiso pasar, se les había hecho tarde y su madre se preocuparía, así que la dejó en la puerta, Yamasaki le dio un beso en la mejilla de despedida y ella entró.

- ¿Qué horas es esta de llegar jovencita? - preguntó indignado el león en forma de peluche - una jovencita decente avisa que va a llegar tarde.
- Basta Kero, sólo estábamos en el parque.
- Pues tardaron mucho, no sé qué estaban haciendo...
- Nada malo si a eso te quieres referir. ¿Y mi papá?
- Dormido.
- ¿Dormido? - miró su reloj - es muy temprano.
- pues si, pero estuvo haciendo sus ejercicios y...
- ¿sus ejercicios? ¿está loco? Le dije que me esperara. No debí tardar tanto...
- Tranquila Sakura, él puede hacerlo.
- ¡Claro que no! ¿que no ves su condición? Él no debería esforzarse tanto.
- ¿Por qué no?
- Porque él me necesita. ¡Tú qué sabes! - e ignorando que Kero fuera a contestar subió al cuarto de su papá.

Abrió la puerta del cuarto de su padre y efectivamente estaba dormido con la televisión encendida. Apagó el aparato y acomodó las cobijas para cubrirlo bien.

Sakura sabía que Kero tenía toda la razón: su padre podía hacer todo por él mismo. Pero a partir del día del accidente, cuando Fujitaka cayó de unas ruinas lastimandose las piernas y unas cervicales, Sakura había decidido hacerse cargo de él. Touya regresó de Nagano sólo para arreglar la casa donde vivían, pusieron el ascensor para la silla, rampas en lugar de escaleras y las cosas difíciles de alcanzar las acomodó para que su padre pudiera seguir siendo tan independiente como antes. Pero eso no le importó a Sakura.

Ella decía que su hermano había tenido buenas intensiones, pero que la mejor manera de que Fujitaka siguiera con su vida era estando en ella, finalmente Touya regresó a su casa dejándolos solos. Fue entonces que Sakura empezó a vivir para atender a su padre.

Fujitaka no estaba de acuerdo con ello, siempre buscó su independencia a pesar de su condición. Pero Sakura era más terca que él, además la misma soledad que estaba viviendo su hija hizo que supiera que ella no iba a cambiar de idea.

Sakura entró a su cuarto y se acostó en su cama. Cerró los ojos e intentó relajarse para dormir al igual que su padre. Escuchó que abrieron la puerta y supo que era Kero. Se hizo la dormida. El pequeño león se acostó a un lado de ella. Sakura se sintió culpable, no le gustaba hablar fuerte, pero de un tiempo en adelante que perdía los estribos rápidamente.

Kero empezó a acomodarse de tal forma que quedó a un lado de Sakura, extendió su pequeño bracito y la abrazó. Ella sonrió e intentó relajarse.

Su vida se había convertido en una rutina, nada ni nadie la podía ya comprender. Tenía casi siete años sola. Todos aquellos que la acompañaban habían tomado rumbos diferentes: Tomoyo, Eriol, su hermano, Yukito... sobre todo él, aquel que había dicho querer, amar, a quien iba a esperar eternamente. La eternidad terminó pronto.

De no ser por Yamasaki, Sakura en ese momento se encontraría perdida. La habían abandonado de una forma tan cruel, sin avisos, nadie se comunicaba con ella, era como si se hubiera creado un cerco a su  alrededor impidiéndole tener contacto con el mundo, con aquellos a quienes amaba.

Había buscado olvidar. Olvidar era el método más fácil para que el corazón le dejara de doler. Olvidaba a sus amigos, olvidaba lo que era el amor, olvidaba la magia, incluso se olvidaba de ella misma.

Sin que se diera cuenta Sakura comenzó a derramar lágrimas que rodaban por sus mejillas. Cada vez que recordaba su soledad la tristeza la invadía, la melancolía, el rencor, el coraje, el odio... Sakura tuvo que contener la respiración entrecortada de su llanto para no despertar a Kero.  No podía mostrarse débil, no lo había sido y no lo iba a empezar a ser ahora.

Kero se movió y sin abrir los ojos, aun dormido se fue volando a su pequeña caja que le servía de cama. Así era siempre, Sakura se tapó la boca, se encorvó en su cama ocultándose bajo todas las cobijas y empezó a llorar hasta quedarse dormida.

A la mañana siguiente el reloj volvió a sonar a las 5 de la mañana. Abrió los ojos, se levantó de la cama... y su rutina volvía a empezar.

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