Capítulo: Rutina
Autor: Sabrina Knight
Fandom: Card Captor Sakura//Original
Reseña: El pasar de los años es el más pesado en nuestras vidas.
§Capítulo 1. Rutina§
Su reloj como todos los días sonó a las 5 de la mañana. Abrió los ojos, se levantó de la cama y se cambio su pijama por un pantalón deportivo.
Salió de su cuarto con todo el silencio que pudo para no despertar al ser mágico que aún dormía con ella y que roncaba a todo pulmón.
Ya en la cocina la chica tomó su mandíl y empezó a lavar los trastes de la cena, al mismo tiempo puso a hervir el agua para el té.
El reloj aún no marcaba las 5:30 cuando la chica había lavado ya los trastes, sacudido el polvo y levantado todo lo que estaba en el piso. La tetera ya anunciaba que estaba lista y ella colocó una taza y unas pastillas en una charola, tomó la tetera con cuidado y sirvió el té, le dio el visto bueno a la charola y antes de llevársela le colocó una flor que le diera vida.
Tocó la puerta del cuarto de su padre que ya la esperaba sentado en su cama.
- ¡Papá, te dije que no hicieras esfuerzos!
- Sólo me levanté un poco Sakura, no levanté un camión.
- Pues como si lo hubieras hecho - le regañó y se acercó a darle un beso en la mejilla - ¿cómo amaneciste?
- Bien Sakura. - la chica puso la charola en las piernas de su padre - Tuve un sueño con tu madre.
- ¿En serio? - ella se sentó a un lado y lo miró tomarse su pastilla. - ¿Qué soñaste?
- Lo de siempre, que estaba con nosotros cuidandonos.
- Siempre nos cuida Papá. - le dio un beso en la frente - siempre está con nosotros.
El padre de la muchacha sonrió y ella sin más palabras salió de su cuarto y continuó la rutina del día.
A las 7 de la mañana Sakura regresó de correr unos kilómetros y regresó a casa a darse una ducha y preparar el desayuno de los tres seres que vivían ahí: su padre, Kero y ella.
Le llevó el desayuno a la cama a su padre y le ayudó a sentarse en su silla de ruedas para que pudiera moverse en su casa. Kero no tardó en oler la comida y bajar volando para terminar con todo lo que vio a su paso. En tanto que ella sólo se sentó a comer su cereal.
A las nueve de la mañana sonó el timbre de su puerta y justo terminó de maquillarse en ese momento. Se acomodó el cabello y se miró perfecta en el espejo para recibir a quien llamaba.
- ¡Buenos días Sakura!
- ¡Buenos días Yamasaki! - ambos se saludaron de forma cordial inclinándose.
- Hoy estás muy hermosa.
- Muchas gracias, tú te ves bien.
- ¿Yo? ¿Con estos trapos? Claro que no. - sonrió modestamente - bueno, tengo que contarte que de hecho esta ropa es de mi abuelo, él fue militar de la segunda guerra mundial y un día encontró escondido dentro de una casa una gran fortuna de un extranjero que vino a morir en Japón, aunque el extranjero llegó antes de la primera guerra, pero todo lo enterró. Parecía que era un mago porque había cosas que uno no podría imaginar y...
- ¿Yamasaki? - interrumpió la voz del hombre que bajaba en el elevador de su silla de ruedas.
- Señor Kinomoto, buenos días.
- Escuché desde mi cuarto tu voz y quise bajar a saludarte.
- Siempre es un placer señor.
- Me estaba contando de un tesoro que encontró su abuelo en la segunda guerra mundial.
- ¿Un tesoro? ¡Qué interesante!
- Oh bueno, señor Kinomoto, ya sabe que yo siempre tengo algo interesante que contar.
- Eso lo sé Yamasaki. Bueno hoy comienzan con la clase?
- Así es - respondió Sakura - va a ser todo el verano.
- Vaya, esos cursos para entrar a la universidad siempre han sido muy exhaustivos. Pero es su futuro y nada me gustaría más que verlos como todos unos profesionistas. Vayan con cuidado.
- Sí papá - le dio un beso en la mejilla - llego en la tarde - tomó una pequeña mochila. Yamasaki se despidió del padre de Sakura y ambos salieron de la casa.
Apenas avanzaron una cuadra Yamasaki le tomó la mano a Sakura. Ella lo miro y sonrió apenada.
- ¿No quieres que te tome de la mano?
- No, no es eso - aclaró ella - aún no me acostumbro.
- Tranquila Sakura - le apretó la mano - no tiene nada de malo. Es lo que cualquier pareja haría.
- Lo sé y creeme que no pienso que sea malo...
- ¿Entonces?
- No sé.
- Yo creo... - miró para todos lados y al ver que nadie los observaba la tomo del rostro - que un beso lo cura todo - Sakura sonrió y Yamasaki acercó sus labios a los de ella para darle un ligero beso.
Sakura se dejó llevar y lo miro sonrojada.
- Sí, también creo eso - ambos chicos se miraron tiernamente y se volvieron a fundir en un beso largo y lleno de suspiros.
En la clase de preparación ambos chicos estaban sentados anotando lo que había en el pizarrón. A ambos les faltaba un semestre para entrar a la universidad y en dos semanas serían los exámenes, así que no tenían mucho tiempo que perder más que estudiando. Yamasaki había decidido casi desde niño que estudiaría derecho, eso de hablar y persuadir a la gente se le daba muy bien y además lo disfrutaba.
Para Sakura la decisión había sido muchísimo más complicada. No sabía que quería estudiar, vio varias opciones, fue a cursos y estudió muchos libros buscando saber en qué era buena. Al final decidió que su vida estaría destinada a salvar vidas, en especial la de los niños, le encantaba su inocencia.
La siguiente hora de preparación les tocaría separados, así que Yamasaki le dio un beso en la mejilla y se cambió de salón.
Siempre que se separaba de Yamasaki era que Sakura se daba cuenta de cuanto lo quería. Era un chico que siempre había estado en su vida. Al principio ella creía que él se burlaba de ella cuando empezó a cortejarla, siempre con un obsequio, con historias súper interesantes y la atención que no había recibido de nadie. Claro que Sakura no había dudado en rechazarlo, lo hizo dos veces, la primera porque según ella esperaba las cartas de... Bueno, esperaba unas cartas que jamás llegaron, decepcionada la segunda vez lo rechazó pensando que eso del amor no era para ella. Sin embargo Yamasaki jamás se rindió y Sakura se dio cuenta de cuánta falta le hacía, así que en la tercera ocasión, Yamasaki armado de valor estaba listo para un nuevo rechazo, pero recibió a una Sakura que ardía en ansias de aceptarlo.
Ellos desde entonces no podían dejar de estar juntos, de quererse, de llamarse todo el tiempo. Sakura lo quería mucho, quizás más de lo que amó a...
Cuando salió de la clase Yamasaki ya la esperaba fuera del salón empezaron a platicar sobre las clases, y decidieron ir a comprar un helado. Llegaron al parque tomados de la mano y se sentaron en un banca.
Sakura estaba nerviosa por el examen, sabía que era muy difícil y temía no poder pasarlo.
- Tranquila Sakura, eres muy inteligente, vas a pasar el examen, lo haremos los dos. Además no creo que la universidad sea tan tonta como para no querer a una atleta, animadora, a alguien tan bella y lista como tú.
- Lo dices tan fácil.
- Es fácil. Hemos estudiado lo suficiente y somos muy inteligentes y... - frunció el ceño y miró detenidamente a la chica - A ti lo que te preocupa es otra cosa ¿verdad? No me engañas, yo sé que estás preocupada por tu papá.
Sakura bajó la vista.
- Sakura, no te preocupes por él, tu papá es muy independiente y todo lo puede hacer por él mismo.
- Yo sé que puede, pero me preocupa que un día no pueda, si nos aceptan en la universidad ¿sabes a la distancia que está de mi casa? Mi papá me dijo que lo mejor sería que rentara cerca de la facultad porque perderé mucho tiempo en viajes y...
-Sakura... - el chico tomó su mano - ya tengo un plan. Mira, mi mamá ha dicho lo mismo y le dije que lo mejor sería que con lo que me daría para rentar cerca del campus, mejor me ayudara a comprar un coche. Vendré por ti todos los días y nos iremos y volveremos juntos, así tu no te preocupas de las distancias y yo sabré que estás bien. Ambos podremos ir y venir con nuestros padres sin descuidar los estudios. - la chica sonrió enternecida y le apretó la mano - También te enseñaré a conducir ¿qué dices?
- Yamasaki yo...
- No quiero escuchar negativas Sakura Kinomoto, vamos a hacer esto por los dos ¿qué dices?
Sakura le plantó un beso en los labios.
- No sé que haría sin ti Yamasaki.
- Ni yo sin ti Sakura... Te quiero mucho y quiero que siempre sonrías, así como lo haces.
La chica sonrió apenada y se recargó en su hombro.
- Yo también te quiero mucho. - Yamasaki sonrió y recargó su cabeza en la de ella.
Ya comenzaba a caer la tarde cuando llegaron a casa de Sakura, Yamasaki no quiso pasar, se les había hecho tarde y su madre se preocuparía, así que la dejó en la puerta, Yamasaki le dio un beso en la mejilla de despedida y ella entró.
- ¿Qué horas es esta de llegar jovencita? - preguntó indignado el león en forma de peluche - una jovencita decente avisa que va a llegar tarde.
- Basta Kero, sólo estábamos en el parque.
- Pues tardaron mucho, no sé qué estaban haciendo...
- Nada malo si a eso te quieres referir. ¿Y mi papá?
- Dormido.
- ¿Dormido? - miró su reloj - es muy temprano.
- pues si, pero estuvo haciendo sus ejercicios y...
- ¿sus ejercicios? ¿está loco? Le dije que me esperara. No debí tardar tanto...
- Tranquila Sakura, él puede hacerlo.
- ¡Claro que no! ¿que no ves su condición? Él no debería esforzarse tanto.
- ¿Por qué no?
- Porque él me necesita. ¡Tú qué sabes! - e ignorando que Kero fuera a contestar subió al cuarto de su papá.
Abrió la puerta del cuarto de su padre y efectivamente estaba dormido con la televisión encendida. Apagó el aparato y acomodó las cobijas para cubrirlo bien.
Sakura sabía que Kero tenía toda la razón: su padre podía hacer todo por él mismo. Pero a partir del día del accidente, cuando Fujitaka cayó de unas ruinas lastimandose las piernas y unas cervicales, Sakura había decidido hacerse cargo de él. Touya regresó de Nagano sólo para arreglar la casa donde vivían, pusieron el ascensor para la silla, rampas en lugar de escaleras y las cosas difíciles de alcanzar las acomodó para que su padre pudiera seguir siendo tan independiente como antes. Pero eso no le importó a Sakura.
Ella decía que su hermano había tenido buenas intensiones, pero que la mejor manera de que Fujitaka siguiera con su vida era estando en ella, finalmente Touya regresó a su casa dejándolos solos. Fue entonces que Sakura empezó a vivir para atender a su padre.
Fujitaka no estaba de acuerdo con ello, siempre buscó su independencia a pesar de su condición. Pero Sakura era más terca que él, además la misma soledad que estaba viviendo su hija hizo que supiera que ella no iba a cambiar de idea.
Sakura entró a su cuarto y se acostó en su cama. Cerró los ojos e intentó relajarse para dormir al igual que su padre. Escuchó que abrieron la puerta y supo que era Kero. Se hizo la dormida. El pequeño león se acostó a un lado de ella. Sakura se sintió culpable, no le gustaba hablar fuerte, pero de un tiempo en adelante que perdía los estribos rápidamente.
Kero empezó a acomodarse de tal forma que quedó a un lado de Sakura, extendió su pequeño bracito y la abrazó. Ella sonrió e intentó relajarse.
Su vida se había convertido en una rutina, nada ni nadie la podía ya comprender. Tenía casi siete años sola. Todos aquellos que la acompañaban habían tomado rumbos diferentes: Tomoyo, Eriol, su hermano, Yukito... sobre todo él, aquel que había dicho querer, amar, a quien iba a esperar eternamente. La eternidad terminó pronto.
De no ser por Yamasaki, Sakura en ese momento se encontraría perdida. La habían abandonado de una forma tan cruel, sin avisos, nadie se comunicaba con ella, era como si se hubiera creado un cerco a su alrededor impidiéndole tener contacto con el mundo, con aquellos a quienes amaba.
Había buscado olvidar. Olvidar era el método más fácil para que el corazón le dejara de doler. Olvidaba a sus amigos, olvidaba lo que era el amor, olvidaba la magia, incluso se olvidaba de ella misma.
Sin que se diera cuenta Sakura comenzó a derramar lágrimas que rodaban por sus mejillas. Cada vez que recordaba su soledad la tristeza la invadía, la melancolía, el rencor, el coraje, el odio... Sakura tuvo que contener la respiración entrecortada de su llanto para no despertar a Kero. No podía mostrarse débil, no lo había sido y no lo iba a empezar a ser ahora.
Kero se movió y sin abrir los ojos, aun dormido se fue volando a su pequeña caja que le servía de cama. Así era siempre, Sakura se tapó la boca, se encorvó en su cama ocultándose bajo todas las cobijas y empezó a llorar hasta quedarse dormida.
A la mañana siguiente el reloj volvió a sonar a las 5 de la mañana. Abrió los ojos, se levantó de la cama... y su rutina volvía a empezar.
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