miércoles, enero 12

Red Wine §Capítulo 3§

Titulo: Red Wine (Vino Rojo)
Capítulo: III // Little Unrest

Autor: Sabrina Knight //Vejibra Momiji

Fandom: Original

Reseña: De nada nos sirve correr de nuestro destino y nuestra maldición.


Capítulo 3
"Little Unrest"

- ¡Dante! - gritó Sean justo al entrar por la puerta principal. Subió las escaleras gritando aun el nombre de su tío una y otra vez. Bajó y entró a la cocina, no había nadie. - ¡Dante!
- ¿Ahora qué te pasa? ¿Por qué gritas? - preguntó Juliette quien salió de su habitación con cara de pocos amigos - ¿Por qué llegas hasta ahora?
- ¿Dónde está Dante?
- ¡Yo qué sé! Trabajando tal vez. ¿Dónde estabas tú?

Sean ignoró la pregunta y fue directo al estudio, Juliette lo siguió más molesta aun.


- ¿Dónde estabas? ¿Por qué no fuiste por mí? - Sean giró los ojos, agarró una agenda y la hojeó.
- Lo olvidé - mintió.
- ¿Lo olvidaste? ¿Me olvidaste? - preguntó indignada - ¿cómo pudiste hacer eso? ¿Cómo me pudiste hacer eso?

Sean no dejó de hojear la agenda buscando el teléfono de Dante.

- Bueno, llegaste bien ¿no?

Juliette se quedó callada, con un coraje trabado en la garganta.

- ¡Eres un estúpido! - gritó y se salió del estudio.

Sean miró como se fue, pero no la detuvo. En ese momento no tenía tiempo de disculparse por lo que había dicho y lo que no había hecho. Aunque estaba seguro que se le quitaría el coraje y le volvería a hablar como siempre.

Rápidamente dejó de pensar en Juliette cuando encontró el teléfono de la oficina de Dante. Tomó el teléfono y marcó. Espero en la línea y nada. Volvió a marcar... nada.
Encontró otro teléfono de su automóvil, nada. Fue la primera vez en su vida que maldijo el hecho de no tener celular.

Sin embargo justo cuando colgó escuchó que abrían la puerta de la entrada. Corrió y encontró a su tío recién llegado.

- Dante te estuve buscando. - gritó y bajó casi de un brinco.
- Buenas noches también a ti Sean.
- Déjate de cinismos – reclamó - ¿Qué es lo que ocultas? ¿Qué eres? ¿Qué fue lo que me encontré? ¿Qué…?
- Sean, desgraciadamente, sólo tengo la capacidad de responder sólo una pregunta a la vez. Tranquilo hijo – le puso la mano en el hombro y Sean se quitó.
- Yo no soy tu hijo. Soy tu prisionero.

Dante suspiró resignado.

- No quiero tener la discusión de siempre Sean.
- Yo no quiero discutir, yo quiero respuestas.
- ¿De qué hablas Sean? ¿Qué respuestas?
- ¿Qué demonios fue lo que me encontré en la bahía? ¿Qué era ella?
- ¿Quién ella? - Sean tenía el nombre de Aubrey en la boca, pero se detuvo al decirlo. – Sean si no me dices nada ni de qué hablas no voy a saber qué responderte.
- Encontré a alguien, una persona con… sangre en la ropa y colmillos.

Dante frunció el entrecejo y, por un segundo, le pareció a Sean que lo estaba mirando. Lo tomó agresivamente del brazo y lo llevó al estudio a rastras, con una fuerza impresionante que lastimó a Sean.

Dante no lo soltó hasta llegar y cerrar la puerta. Lo obligó a sentarse en el sillón principal, su posición era muy parecida a la de un interrogatorio.

- ¿A quién encontraste?
- A… una persona.
- ¿Qué persona? ¿Era una mujer, un hombre?
- Mujer…
- ¿Cómo era?

Y Sean cambio de lado de interrogatorio. De pronto Dante estaba más preocupado e intrigado que él mismo.

- ¿Cómo era? – volvió a preguntar.
- Era… - “muy bella” pensó, pero no le podía decir eso a Dante. – joven.
- ¿Qué más?
- Rápida y fuerte.
- ¿Cómo la encontraste?
- En… en la playa, le robaron la gasolina a la moto y cuando venía para acá la encontré.
- ¿Te atacó?
- No, no lo hizo, pero… bueno, yo pensé que la estaban atacando.
- ¿Por qué?
- Yo sólo vi que alguien estaba en peligro y fui a ayudar y ahí estaba ella.
- ¿Y luego qué paso?
- Luego… - lo pensó – dijo que me fuera. Me… me mostró los dientes y… se fue.
- ¿Sólo eso?
- Sí – volvió a mentir, no sabía porqué lo hacía, su instinto le estaba pidiendo que dijera la verdad, pero su mente le decía que lo hiciera. - ¿qué es ella?
- ¿Tenía sangre en la boca?
- No, en sus ropas. – Dante se hizo para atrás y fue a su escritorio. Abrió un cajón y sacó varias hojas con escritos en braile.
- ¿Te dijo su nombre?
- No…
- ¿Le dijiste tu nombre? – Sean se quedó callado - ¿Sean?
- No – respondió – no nos dio tiempo de presentaciones.

Dante se quedó callado, sabía que Sean mentía, era un chico que se delataba fácilmente con la voz, cada vez que decía algo Dante sabía si mentía o no. Lo malo es que sabía que aunque lo torturara jamás diría la verdad. Y Sean estaba dispuesto a eso.

Hubo un silencio incomodo entre los dos. Sean ya no sabía si seguir o no, sabía que si seguía presionando Dante trataría de que le dijera la verdad y, por muy extraño que a él mismo le pareciera, no quería que su tío supiera nada sobre su encuentro con Aubrey.

- ¿Cuál es tu primera pregunta? – dijo Dante justo cuando Sean creía que ya no le diría nada. Era turno de que Sean pensara bien las cosas, qué preguntar y no ser delatado.
- Esa chica, esa sangre y los dientes ¿podría ser ella…?
- ¿Un vampiro? Sí, es lo más probable. ¿Qué fue lo que sentiste al estar con esa chica? ¿Quisiste atacarla, huir, ponerte en guardia?
- No. Bueno, una parte del instinto quiso correr y el olor a sangre me causaba nauseas.
- ¿Y por qué no te fuiste cuando te lo dijo tu instinto?
- Porque mi instinto siempre falla. – Dijo en tono de obviedad - ¿Qué tiene que ver eso?
- Tiene que ver. Si el instinto te pide huir Sean, te recomiendo que huyas.
- ¿Huir de qué?
- De aquello que te puede destruir. ¿Entiendes?
- Ella no me iba a destruir.
- Tal vez no tuvo tiempo, o se compadeció de que tu… de que tu eres joven.

Sean frunció el ceño y acercó su asiento a su tío.

- Ella dijo que no sabía lo que era.
- ¿Ella no sabía qué eras tu?
- No. – Aclaró – que yo no sabía quién era yo.

Dante se quedó callado aun leyendo el braile con sus dedos. Sean en su cabeza empezó a formular la siguiente pregunta. No debía delatarse más de lo que ya había hecho.

- ¿Cuando te dijo eso fue cuando te dijo que huyeras?
- Sí. Yo quería que ella me respondiera, pero se fue antes de que la pudiera obligar. Tío… ¿De qué se trata?

En ese momento sonó el teléfono de la oficina de Dante y él rápidamente contestó. Sean no lo interrumpió, esos momentos de tensión eran valiosos. Dante ya estaba bastante preocupado, lo notaba en el semblante que dejó de ser tan sereno como siempre. ¿Por qué tanto misterio? ¿Qué era lo que le ocultaban?
Dante cortó la llamada y se quedó en silencio, tratando de acomodar las palabras correctas para que el chico no huyera, como era su costumbre.

- Nosotros no somos normales, eso lo sabes.
- Te has encargado de repetírmelo…
- Cállate – Dante interrumpió de tajo a Sean y quedó en silencio – si te voy a explicar quiero que te calles y no hables. – Sean lo siguió con la mirada, era la primera vez que le hablaba así. – nuestra familia proviene de generaciones antiguas, milenarias. Nosotros vivimos con una misión, una función, un propósito. No somos una maldición, ni un accidente, somos el resultado de guardianes, protectores del pueblo.

Sean no pudo evitar sonreír al pensar que sus palabras parecían hacer referencia a un superhéroe.

- Desde el inicio ha existido una guerra entre razas, y no me refiero a razas de humanos, sino a razas que las han querido defender, o matar. Por un lado están los depredadores, seres inmortales que cazan y se alimentan de la sangre de los humanos. Seres que no tienen piedad y que sólo tienen un propósito, sobrevivir a como dé lugar. Para eso usan su fuerza, su instinto y su belleza, para atraer presas. – Hizo una pausa – Eso fue lo que te encontraste en el muelle. Una cazadora, una vampiresa.

El chico bajó la mirada, lo sabía, ella misma se lo había dicho, pero no quería aceptarlo hasta oírlo de viva voz. Se mordió el labio recordándola, tan bella.

- Nosotros somos la raza que protege a los humanos. También somos cazadores, pero nuestros instintos no nos permiten destruir a nuestra gente, nos sirven para eliminar a cualquier amenaza, a aquellos que ponen en riesgo nuestras vidas. Nosotros somos lobos, hombres lobo.
- No, eso no es cierto. A los hombres lobo los muerden para convertirlos y… - abrió los ojos - ¿A nosotros nos van a morder? – preguntó espantado.
- No, a nosotros no nos muerden. Ya te dije que nosotros no somos una maldición como lo hacen ver los cuentos de terror. Nosotros nacemos con el don…
- ¿Don? Eso no puede ser un don. ¿Qué tipo de don puede ser convertirse en una bestia?
- Entiende Sean que esto no es cuestión de ser bestia no. Es una condición que viene de familia, con la misión de proteger.
- ¿Proteger? ¿Qué locura es esa…? ¿A quién…? Yo no… yo no soy eso. – tartamudeaba negándose rotundamente a cualquier cosa, en la cabeza de Sean no podía caber esa idea. – Eso es una condena… - murmuró para si mismo.
- No es una condena, es una bendición. – Sean se tapó el rostro, tantas ideas le vinieron a la cabeza, nada de eso tenía sentido, el más mínimo. Pero entonces ella volvió a su mente y sus palabras resonaron como campana dominical:

“¿Qué sabes de los tuyos?”
“Todos somos capaces de asesinar. La diferencia es el motivo por el cual hacerlo

- Sean, quiero que entiendas algo – dijo si tío regresándolo a la realidad – Esta ciudad, está llena de seres como ellos y como nosotros. Y nuestra misión es terminar con ellos… antes de que lo hagan con nosotros.


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