domingo, octubre 24

Red Wine [Capítulo 2]

Titulo: Red Wine (Vino Rojo)
Capítulo: II
Autor: Vejibra Momiji / Sabrina Knight
Fandom: Original
Reseña: Algunas veces tiene sueños a las cuáles llama pesadillas, porque las imágenes que ahí se recrean son las de un pasado que no sabe que existe.

Capítulo II ~ Whispers in the Dark

Abrió los ojos, eran las 7 PM en punto. El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte y estaba agradecida de sentir como la noche la alimentaba. Con cuidado dio una media vuelta en la cama hecha de sábanas de satín color negro. La habitación era oscura, decorada con uno que otro cuadro de arte moderno con colores rojo, blanco y negro. Las paredes blancas mantenían la tenue iluminación de las luces neón alrededor de la cama. Las cortinas negras, mantenían la luz del sol fuera, como era y suponía que debía ser.

Suspiro, era lo que debía ser, al menos en su mente. Cansada decidió que no quería despertar y volvió a cerrar los ojos, en ese momento la puerta de la habitación se abrió y una figura masculina empezó a caminar rumbo a su cama. Sin mucho ánimo levantó la cabeza y miró al muchacho de cabello y ojos cafés oscuros que la miraba con intensidad.


—¿Qué haces en mi habitación? —susurró, sus ojos verdes/dorados aumentaron el brillo. No tenía ganas de una discusión nocturna—. No tienes permiso de entrar aquí.

—¿Aún sigues molesta, petit? —se sentó a su lado, acariciando su rostro con el dorso de su mano. Ella se negó a tal caricia, moviendo el rostro en la dirección contraria. El joven frunció el ceño, sus ojos cafés tomaron lentamente un tono color vino—. No tienes que por actuar de esa forma.

—Me utilizaste.

—No lo hice, liberé tu naturaleza —intentó volver a acercarse a ella, tomando su mentón y volteando su rostro hacia él, acercando sus labios con suavidad hacia ella—. Todos estos siglos... teníamos que hacer una prueba —intentó besarla pero ella se rehusó.

—Ya hiciste la prueba, ahora quiero descansar.

—No puedes, mon amour —susurró frunciendo el ceño y suspirando cuando ella lo volvió a rechazar. Con cierta molestia se levantó de la cama y la miró—. Tenemos el baile de debutantes está noche.

—¿Cuál baile?

—Tu sabes, fiestas, sangre, algunas víctimas desprevenidas —sonrió—. Lo usual —ella enarcó una ceja. Él la observó unos segundos—. ¿No estás de humor?.

—No realmente

—Aubrey...

—¿Si? —Susurró levantándose de la cama para acercarse a su armario.

—No tienes que actuar de está forma.

—No estoy actuando de ninguna forma, Dominique —susurró, suspirando abrió el gran armario y vio la cantidad de vestidos que se encontraban ahí—. Charlotte irá también.

—Por supuesto, es lo que le gusta —sus labios se curvaron en una sonrisa irónica—. Era lo que usualmente te gustaba —a paso lento Dominique se acercó a ella y la tomó la cintura besando su cuello. Aubrey permaneció inmóvil, como si esperará que algo sucediera.

Las manos del muchacho eran frías, pero denotaban cierto cariño inminente y un deseo posesivo que solo ella sabía que existía. Sus besos lentamente comenzaron a ser más apasionados, recorriendo con sus labios su cuello y su piel.

Sus colmillos se expandieron detrás de su boca masculina. Quería morderla, sin embargo no lo hizo ante la no interacción de la joven la soltó. Aubrey perduró en silencio, mirándolo un segundo con sus ojos color miel. Estaba acostumbrada a la actitud dominante de Dominique, pero ahora estaba cansada.

—Hubieras reaccionado de otra forma, en otro momento.

—No estoy de humor, no ahora.

—Aubrey, petit... —los ojos oscuros del vampiro la miraron unos segundos mientras analizaba su belleza hipnótica. Los ojos casi dorados de nacimiento, el cabello castaño casi rojizo, la piel pálida y la mirada fría; eran características que la hacían deseable ante los ojos de cualquier ser sobre natural.

Solo que era casi libre a los deseos de otros.

—Dominique, Jean Paul te está... ¿Interrumpo algo? —una mujer de ojos azules intensos y cabello negro como la noche entró. Llevaba un vestido ajustado de color rojo y los labios, grandes y carnosos, lucían un tono carmesí. Aubrey se mantuvo en silencio mientras analizaba a la recién llegada. Charlotte era una mujer que a primera vista sería capaz de todo incluso de sus más bajos instintos, pero era una vampiriza deseable y sobre todo sexy.

—No, no estás interrumpiendo nada —susurró Aubrey, y comenzó a desnudarse frente a los dos presentes. Se colocó un vestido negro de seda que daba un brillo intenso a su piel pálida y resaltó sus labios con un labio rojo sangre. Después de acomodarse la ropa miró a los presentes.

Charlotte se encontraba cruzada de brazos en espera de que terminará de arreglarse, mientras Dominique la devoraba con los ojos.

—¿Listo? —preguntó impaciente la vampira de cabello negros. La pareja la miró uno segundos antes de mover la cabeza con prepotencia.

—Si.




No tardaron mucho tiempo en llegar a la cena de gala que se organizaba en el lugar. Uno de los principales exponentes de dicho evento, era una colecta de beneficencia a nombre de una de las familias más importantes de America: los Crawford. Claro estaba que ante los seres humanos, dicha familia era solo un grupo de ricachones al mando de una mujer pelirroja con cierta habilidad en negocios.

Eran ingenuos a la realidad.

—Estoy aburrida —se quejó Charlotte, acomodando su vestido rojo a la par que buscaba con la mirada a Dominique—. No entiendo... porqué siempre nos abandona cuando hay eventos de “caridad”.

—Tiene que aparentar —susurró con seriedad Aubrey mientras sus ojos analizaban a las figuras y escuchaba con atención el latido de los corazones humanos. Había una necesidad imperiosa por alimentarse, y en ese momento eso era peligroso—. Como el resto de nosotros, además... también los humanos están celebrando una “boda” al otro lado del edificio.

—¿En serio? —Charlotte bebió de su copa, analizando el vino rojizo. No era el sabor que ella realmente apreciaba. Sus ojos azules se dirigieron a una pareja que bailaba en medio del salón. Eran un hombre alto de mediana edad junto a una atractiva pelirroja—. Se está debilitando, le cuesta mantenerse en alto.

—¿En serio? —Preguntó con ironía Aubrey, bebiendo de su copa de vino—. Era de suponerse con la edad que tiene.

—¿Esa es una broma? —preguntó la morena sonriendo, sus labios carnosos analizaron a la vampira más joven—. No te gustan este tipo de eventos, ¿no es así?.

—Somos un círculo bastante cerrado... —sonrió con mesura—. Pero realmente cada vez que me encuentro rodeada de humanos, tiendo a... querer...

—¿Alimentarte de ellos? —Charlotte movió sus labios en una mueca—. Si, también me cuesta mantenerme en el oficio pero la noche es joven y... mira a esos dos apuestos caballeros que nos observan en la esquina —Aubrey siguió la dirección que apuntaba el dedo de Charlotte, frunciendo el ceño ante dos hombres –atractivo- que les sonreían y levantaban sus copas.

—Puede ser divertido —tenía una imperiosa necesidad de divertirse, sus ojos dorados se dirigieron a otra figura masculina a varios metros de distancia. Dominique levantó su copa mientras coqueteaba con una muchacha rubia, una jovencita ingenua que posiblemente nadie extrañaría a la mañana siguiente. No obstante ambos podían verse, sentirse mediante sus pensamientos.

Aubrey sonrió. Era momento de cobrarse el hecho de que la hubiera utilizado.



La acorraló en un pasillo, sus ojos cafés denotaban un brillo rojizo intenso. Estaba furioso de la actitud que Aubrey había tomado en la noche, sus miradas se encontraron. Aubrey frunció el ceño.

—¿Por qué? —preguntó en un susurró.

—Tengo todo el derecho de aparentar ser una humana cualquiera, ante los ojos de todos los humanos, soy... una adolescente de dieciséis años —sonrió de lado, provocándolo—. Los hombres estaban atraídos a Charlotte, no valía la pena.

—Hiciste que tuviera celos.

—Estabas con aquella rubia tonta, no tenías razón para sentirte celoso —con frialdad retiró el brazo del joven que bloqueaba su paso—. Estoy aburrida, así que saldré a caminar.

—No es verdad, irás a alimentarte —sus ojos rojizos la escudriñaron por tercera vez en la noche, había un deseo escondido en ellos. Aubrey respondió con su silencio—. Te necesitamos...

—No esta noche —respondió con una sonrisa en sus labios, algo poco usual y definitivamente irregular—. No tengo problema con alimentarme y ¿tú? —Dominique frunció el ceño, soltando su brazo.

—Recuerda volver en la mañana.

—Debería decir lo mismo —respondió ella, sabía de la muchachita rubia que había estado hablando con él. Tenía que darle el crédito Dominique podía ser muy... eficiente si le convenía. En silencio comenzó a caminar alejándose de la vista del vampiro, quién furioso golpeo la pared a su lado.




Era pasada la media noche, cuando la sed comenzó a tomar control. Solía ser bastante racional cuando se trataba de seres humanos, pero su necesidad imponente por alimentarse se estaba haciendo fuerte desde... el último evento que prefería borrar de su memoria.

Los vampiros que habitan el mundo moderno había aprendido a controlar su necesidad de alimentarse por una cordura fatal de aparentar que no necesitaban de ello e integrarse a una sociedad que los creía un mito. Claro que también entre mitos y leyendas podía hallarse la realidad y la frágil línea de una guerra entre razas que se debatía a diario por mantenerse en línea. Claro que con lo sucedido días antes... Aubrey sonrió con melancolía, no sentía remordimiento por las muertes, ni nada similar, incluso había olvidado lo que era temer. Sin embargo odiaba el deseo imperioso de sentirse prisionera en su propio cuerpo. No obstante no lo reflejaba, porque no lo necesitaba.

Pasará lo que pasará. No estaba arrepentida de las muertes que había ocasionado, después de todo para ello había sido creada. Caminado por el muelle, sus ojos dorados pronto se tiñeron de rojo intenso, la sangre oscura que recorría sus venas lentamente le daba vida a su sed. Escuchaba pasos y corazones, mentes que se borraban en su conciencia.

No tenía mucho tiempo. Quería encontrar algo de diversión.


El joven rubio anduvo en la motocicleta toda la tarde y noche. Dejó a Juliet justo a tiempo, sin ningún tipo de percance y ahora se podía dedicar a su actividad favorita: vagar. Juliet le había hecho prometer que iría por ella, pero ella misma sabía que no lo haría, así que ¿para qué cambiar la imagen que tenía de él?.

Se metió por entre las calles y se estacionó frente a la bahía. Dejó la motocicleta y se sentó frente a la fría playa. Su primer pensamiento fue Bridget y el único hasta que se dio cuenta de que era de noche. Aun así no se levantó hasta que llegó un brigadista que lo corrió.

Acostumbrado a dejarse llevar se fue y volvió con la motocicleta con la intensión de perderse. Pero apenas intentó arrancarla se dio cuenta de que le habían robado la gasolina que tenía.

—Que idiotas, mejor se hubieran llevado la moto —se quejó para si mismo. Quitó el seguro y se fue caminando arrastrando la moto consigo... por lo menos hasta la gasolinera más cercana.

Al otro lado de la bahía una figura femenina misteriosa caminaba con lentitud, como si fuera un fantasma entre la no existente niebla. Por alguna razón había recorrido el sitio más de lo que consideraba agradable. Talvez era una forma agradable de ser ella misma además solo quería salir de la vista y del radar de su querida “familia”.

Pronto, una sed ansiosa comenzó a perforar a través de sus venas, llenando su cuerpo con una necesidad hambrienta que no podría controlar. Toda su vida le habían enseñado a ser una asesina y desde los últimos acontecimientos su autocontrol poco a poco se estaba desvaneciendo. Aunque, en el fondo, no consideraba que alguna vez tuvo alguno. Con precaución escuchó los latidos distantes de un par de humanos en el muelle, la figura de aquellos pescadores comenzó a ser más visible bajo sus ojos depredadores.

Su conciencia comenzó a batallar con su instinto. Entre el hambre y la necesidad de estar cuerda inesperadamente volvió a ganar el hambre. Lentamente y con sigiloso movimiento se acercó a los dos hombres hasta encontrarse a pocos pasos de ellos. Cuando vio que uno prendía un cigarrillo curvó sus labios en una mueca indescifrable.

—¿Tienen fuego? —susurró sensualmente mientras sus ojos felinos color dorado se iluminaban. Los hombres la miraron, creían que estaban ganando el premio de sus vidas. Uno de ellos se acercó y Aubrey sonrió, mostrando sus colmillos.





El muchacho rubio trataba de encontrar la gasolinera más cercana mientras llevaba a cuestas su motocicleta. ¿Por qué no la abandonó?. No podía, tenía que mostrar un poco más de responsabilidad en sus acciones. Aunque no fuera cierto.

Ahora tenía que arrastrarla hasta...

De pronto, escuchó un grito. Levantó la mirada y se dio cuenta de muchas cosas: era de noche, estaba caminando entre una calle bastante oscura y a lo lejos parecía que un ladrón estaba haciendo se las suyas. Tenía una de dos: o iba a ayudar a quien se encontraba en problemas o seguía su camino hasta encontrar la dichosa gasolinera.

—¡Demonios! —susurró para si mismo cuando se vio acercándose lentamentea la escena  de donde minutos antes había provenido el grito.

Estaba concentrada en sus acciones, mientras con sus colmillos perforaba el cuello de su víctima ante los ojos atónitos de su compañero, que paralizado por el miedo había comenzando a orinarse.

La sangre cálida circulaba de sus labios hasta su interior, dándole vida a su cuerpo inerte. Era libre cuando se alimentaba... Entonces, escuchó los pasos de alguien que se acercaba sigilosamente. Aturdida, Aubrey tomó del cuello a su segunda víctima e intentó alimentarse de ella, pero la asustada víctima intentó huir, sujetando uno de sus brazos lo quebró en 3 partes mientras movía su cuello a un lado para acabar con él.

Solo le tardó unos segundos en el proceso que le llevo matar a la segunda víctima y mover el cuerpo hacia la dirección contraria aparentando que estaba “huyendo”, hasta que la figura desconocida llegó a si sitio. Con sigilo Aubrey limpió la sangre de sus manos y su boca, dejando el rastro de ropa manchada como una “prueba”, si se trataba de un policía haría sus propios cálculos y sacaría conclusiones de lo que una pobre e inocente criatura como ella podía sufrir a la media noche por un lugar como aquel.

Era una mascara.

Cuando Sean llegó al lugar, no comprendió bien la escena. Las sombras se movían de forma desesperada y cuando al fin se acercó una figura femenina se levantó y otra parecía que estaba huyendo. Se mantuvo un paso atrás, tenía un mal presentimiento.

—¿Se encuentra bien? —logró percatarse que la chica se limpió el rostro, parecía llanto o algo parecido. Ella asintió, pero parecía nerviosa—. ¿Te asaltaron? —volvió a asentir—. ¿Estás bien?

Entonces ella salió de las sombras, su ropa estaba manchada y su cabello revuelto. Pero aun así Sean quedó más embelesado por su bello y fino rostro. Por su parte Aubrey estrecho la mirada, talvez aquel muchacho rubio podía ser más ingenuo de lo que parecía pero su olor no la distraía, era... uno de ellos.

Con suavidad empezó a responder con voz queda como si estuviera tratando de sobreponerse a un shock.

—Si… fue un pequeño... Infortunio —se dio cuenta de que estaba hablando no necesariamente como debería hacerlo—, no paso nada grave.

—¿Estas... estas segura? porqué podemos ir al hospital, está... bueno, no sé que tan lejos esté, pero igual podemos... podemos ir —respondió preocupado pero algo no lo dejaba acercarse a ella. No distinguía ninguno de sus instintos, y al primero que le hizo caso le hizo notar la ropa llena de sangre. La sangre nunca era buena para ellos, era como una invitación a cenar, claro, no humanos. Pero a Sean en especial, la sangre le daba asco—. Tengo mi moto allá, aunque no tiene gasolina, pero igual te puedo ayudar.

Al decir eso fue como una regresión en el tiempo. Se hizo atrás de nuevo alejándose de ella. El mal presentimiento no se iba, pero la necesidad de quedarse tampoco lo dejaba moverse. Aubrey volvió a estrechar las cejas, tenía una extenuarte necesidad por terminar lo que había empezando, pero por ahora, era mejor estar tranquila.

—No es necesario —susurro mientras miraba las facciones tenues del muchacho, era aun joven, bastante, especialmente para alguien de su especie...—, solo necesito descansar, pero todo estará bien, de todos modos, ellos me encontraran.

—¿Ellos? —Preguntó mirando para todas partes, como con la sensación de que alguien lo seguía—, ¿estás en problemas? Lo mejor será que te vayas entonces. —Ella no dejó de fruncir el ceño y negó con la cabeza—. ¿Qué pasa? A lo mejor hay cómplices y te harán más daño, ¡mírate! estas sangrando. Hay que alejarnos. Vente —le extendió la mano, olvidaría la motocicleta y huiría con ella ¿a dónde? A un meollo de problemas, de eso estaba seguro.

Estaba sorprendida, no era del todo común que alguien de su especie le extendiera la mano, ¿acaso se daba cuenta del peligro al que se enfrentaba? talvez no, además en su mente y en sus oídos podía escuchar las voces de los que eran su familia, aún así, miro los ojos del muchacho, que no sabia lo que era para sonrió.

—¿Quieres que vaya contigo? —se mantuvo en silencio mientras movía su cuerpo sigilosamente—. No es nada, ya lo dije antes y lo reitero.

De nuevo su instinto lo aconsejó alejarse de ella, correr. Había hecho lo posible para que estuviera bien, y ella lo había rechazado, ya no podía hacer más. Era hora de correr.

—Insisto... yo no te quiero hacer daño, sólo... me preocupo —Pero nunca le había hecho caso a su instinto.

Ante la insistencia decidió probar hasta que punto podía atreverse el muchacho, y enfrentarse a ella; así que solo lo miro y extendió su mano, suavemente bajando la suya, en la luz alejada que brillaba de algunos edificios aledaños a la bahía, el podía observar la sangre que manchaba sus manos.

—Solo necesito un lugar para limpiarme las manos, el agua... camino al puente hay un lugar —y camino delante de él, aun con la mano sosteniéndolo. Aubrey era peligrosa pero mas peligrosos eran sus familiares que tardeo temprano la encontrarían.

Sean apenas pudo sentir cómo su mano rozaba la suya, porque fue muy rápido el instante en que ella la quitó y se puso delante de él.

—Claro —volteó a ver a una sombra inmóvil y de nuevo se activaron sus malos presagios. "ya basta" se dijo y la siguió. Caminó detrás de ella aun volteando si alguien venía siguiéndolos. Pero también intentaba ocultar la aberración que sentía por ese olor de sangre que ella impregnaba. Ella volteó y él sólo pudo disimular que nada pasaba y sonreír. Caminó hasta alcanzarla y de nuevo sonrió. Ella lo miró de forma extraña, lo puso nervioso—. Por cierto... Me llamo Sean Osman —quiso extender la mano, pero tenía miedo de que ella no la estrechara de nuevo—. ¿Cómo te llamas?

Aubrey se sorprendió un poco, ahora sabia el nombre del extraño muchacho. Le había revelado el nombre de su familia y de su clan. Estrecho la mirada, talvez era demasiado inocente o demasiado estúpido, pero comenzaba a agradarle; miro su mano y observo las manchas de sangre humana, en la oscuridad apego la mano hacia su rostro, lamiendo las manchas de sangre al pasar sus dedos sobre sus labios para limpiarla delicadamente, sin que él se diera cuenta, para después, extenderla...

Tomó su mano unos segundos y después la volvió a soltar, el olor a cobre y muerte aun estaba presente en el ambiente que la rodeaba, dudando unos segundos lo miró con intensidad y finalmente habló.

—Me llamo... —Un auto se detuvo, un deportivo Pigeon de color rojo sangre y sus ojos dorados se desviaron hacia ahí, fue entonces que prestó atención a la figura peligrosa que se aproximaba con un galante caminar sensual. Charlotte no aceptaría su experimento... no aceptaría al chico ni siquiera por curiosidad—. Ven conmigo — susurro tomando su mano y comenzando a correr en dirección hacia el puente Golden Gate.

Fue un jalón que no le dio tiempo a reaccionar.

Ella lo empezó a llevar con una fuerza poco ordinaria para ser sólo una chica. De nuevo volteó y vio una sombra a lo lejos. Pensó inmediatamente en "ellos" y corrió al paso de ella. Si no hubiera estado ocupado pensando a dónde escapar le hubiera extrañado que ambos corrían a una gran velocidad y sin ningún esfuerzo, pero eso no le interesaba, sólo necesitaban huir. Estaban dejando el puente y entraban directamente a los embarcaderos, una parte aun más oscura que la anterior.
Esconderse ahí era un buen plan, ocultarse entre las sombras. Al parecer ella había pensado lo mismo pues rápidamente entraron a una bodega llena sólo de cajas y con un fuerte olor a pescado. Al menos eso ocultaba ya el olor a sangre.

Segundos después Aubrey frunció el ceño, talvez porque no era como solía actuar, pero desde hace muchos siglos que no sabía exactamente lo que era, así que se mantuvo quieta en el silencio. Fueron varios segundos de un mutismo incomodo.

—Aubrey —susurró lánguidamente como si analizara sus palabras con lentitud.

—¿Perdón? —Sean preguntó confundido cuando logró escucharla, pero no entendió bien a qué se refería—. ¡Ah! ¿Ese es tu nombre? Pensé que habías olvidado que te lo pregunté —Aubrey alzó una ceja. Parecía que se estuviera divirtiendo—. Mucho gusto —le quiso extender la mano, pero en ese momento ella lo jaló hacia un pequeño hueco entre las cajas.

Tratando de ocultarlos, Aubrey aún podía sentir la presencia de Charlotte, demasiado cerca. Odiaba esa parte de ella no podía tener ni un minuto de privacidad porque sus dos “guardianes” parecían revolotear como murciélagos en la cabeza del otro, trato de ocultar sus pensamientos, ponerlos en blanco como si no existieran. Ni si quiera se dio cuenta de que tenia al muchacho entre sus brazos o que lo tenia muy cerca de su pecho junto a su ropa manchada de sangre.

El olor a pescado y sangre era penetrante. Sean hubiera disfrutado mucho estar en el pecho de una mujer, de verdad que sí, adoraba cuando su esposa lo acurrucaba en su pecho, pero en ese momento no podía ni aprovecharlo ni disfrutarlo. ¿Qué tipo de rufianes estaban tras de ella? Debía ser algo muy malo porque su rostro no reflejaba nada, era como si se hubiera quedado de piedra.
—Aubrey... ¿pasa algo? —ninguna respuesta. Trato de hacerse a un lado, pero ella era literalmente piedra, no podía separarse de ella.

Aubrey continuó en su estado catatónico hasta que sintió como la presencia asesina de Charlotte comenzaba a desaparecer; entonces con frialdad alejó al muchacho de ella. Lo miro unos segundos y forzó una sonrisa, algo aparente y luego se quedo en silencio.

—No lo sabes, no es así, no siquiera lo sospechas —sonrió, incluso porque era interesante hablar con alguien mas allá de lo que ella era, además quería estar sola y descubrir en que punto podía experimentar ciertas cosas...

—¿Saber qué? —susurró Sean confundido y al fin de pudo hacer caminar hacia atrás. Pero parecía ser que ella lo seguía mirando con burla—. ¿De qué hablas o qué? —abrió los ojos como plato—, ¿tú también eres una ladrona? ¿En realidad tú atacaste a esas personas?.

Se sintió burlado y tonto.

Aubrey abrió los ojos unos segundos, no sabia si reír o continuar aparentando que no era lo que parecía ser, se acercó lentamente y colocó la mano sobre la mejilla del chico para curvar sus labios en una mueca perturbarte pero atractiva a algunos su sonrisa podía parecerles hermosa aunque distante y a otros conforme aplicara emociones o nada al respecto podía ser la risa más cruel que hubiera visto.

—Supongo, que dentro de mí… talvez si soy un ladrón —susurró mientras se alejaba, para salir de aquella bodega, el olor a pescado le desagradaba. El peligro había pasado, por el momento y deseaba algo de aire. El joven la siguió y observaron las luces del puente—. Deberías regresar a casa, no es seguro —mencionó como si se tratara de una madre hacia un niño, considerando que ella tenia unos cuantos siglos de edad más que el muchacho.

Sean enarcó una ceja, pasó de no entender nada a sentirse tonto. Pero en realidad no entendía la actitud de ella.

—Quizás tienes razón —dijo. Ya había olvidado el miedo, pensar que ella era una ladrona lo había decepcionado. Trataba de no mirarla—, pero no me importa que no sea seguro. Si me puedo morir ahora mismo, mucho mejor.

Aubrey lo miró con curiosidad, era extraño escuchar una respuesta como aquella, era el primero de su especie que tenía tan... poco ánimo hacia la vida.

—¿Por qué? —pregunto curiosa como si quisiera comprenderlo, pero era demasiado complicada, demasiado… fría para él—. ¿Por qué quisieras estar muerto? —y talvez demasiado imprudente.

—Porque ya estoy muerto por dentro. Sólo me falta morir físicamente y listo —dijo con ligero sarcasmo—, perdón, tienes razón, lo mejor es que me vaya —se hizo para atrás y ella no se inmutó, miró sus ropas elegantes manchadas—. ¿Qué fue lo que pasó de verdad? ¿Te atacaron o atacaste tú? Por que si fuiste tu quisiera saber cómo pudiste hacerlo...

En un principio Aubrey sintió curiosidad por aquella respuesta, pero pronto la desechó de su cabeza porque poco o nada recordaba lo que estar con vida. En silencio mientras el continuaba hablando miro sus manos un instante.

—¿Qué sabes de los tuyos? —preguntó mientras miraba sus uñas pintadas de negro y manchadas de sangre. Sean la miró confundido, como atontado. Aubrey continuó—. Los tuyos están vivos, aunque quieren estar muertos, es una ironía muy… extravagante, incluso en mi lugar, te aseguro que hace mucho tiempo, se lo que estar muerto — sonrió de forma seductora como si quisiera jugar un juego o como si estuviera poseída por algo que no era ella misma—. ¿Quién es el atacante y quién es la victima, si una niña es violada y en su defensa asesina al violador, entonces… ¿quién es la victima? todos tenemos un poco de ambos, ¿no crees? —por su monólogo iba a asustarlo sin intención alguna, talvez era lo mejor pero el experimento iba a terminar y talvez con el su cordura.

—¿Los míos? —Sean tardó en reaccionar ante la cantidad de palabras que ella había dicho y se dio cuenta de cómo miraba ella sus manos y los pasaba sobre su ropa tratando de encontrar algo fresco.

Su instinto se activó de nuevo: "aléjate" "corre" "huye", pero en lugar de eso él se quedó de pie tratando de conectar cables.
—Todos somos capaces de asesinar. La diferencia es le motivo por el cual hacerlo.

"Corre"

"No, hay algo más en ella"

Miró su sonrisa y sus ojos brillantes. Ella dio un paso a él y él dio el paso atrás. Entro una cierta adrenalina, algo extraño en él, algo que jamás había sentido y que ella lo estaba activando.
—¿Qué eres? —preguntó al no hallarse por si mismo respuesta.

Cuando lo escuchó, Aubrey sonrió, “bingo” pensó y continuó acercándose a él, talvez porque estaba perdiendo la cordura o porque encontraba la situación demasiado divertida, además su familia la estaba buscando y él debía comprender lo que ambos eran.

—Porque no le preguntas al jefe de tu familia —respondió inquisitivamente mostrando en el proceso sus dientes afiliados, algo que no era normal en nadie, y entonces se acercó al joven y extendiendo su mano, tomando su mentón entre sus dedos. Los ojos azules de Sean la miraban, estaba asustado, pero si supiera la magnitud en habilidades talvez hubiera sido mas interesante aquel bizarro encuentro. Entonces, Aubrey subió su mirada y pasó sus labios por su mentón bajándolos hacia su cuello y extendió sus colmillos sobre la piel.

Fue solo un roce, antes de separarse con brusquedad y comenzar a caminar hacia el lado contrario, la brisa marina rozo su rostro pálido mientras sonreía con crueldad.

—Bienvenido a la ciudad de los vampiros —declaró en un susurró que solo ella podría escuchar, mientras se retiraba los tacos negros y extendía sus manos hacia su propia piel arañándola comenzó a alejarse sin decir nada más.

Sean permaneció en su lugar, recordado los segundos anterior donde sintió algo muy parecido al miedo. Había dicho que quería morir y por primera vez parecía que alguien le había respondido. Podía hacerlo, no tenía que adivinar más qué era Aubrey. Se lo había dicho con sus acciones.

Recordó el aliento frío en su cuello cuando de nuevo todo él le pedía que corriera, que se alejara, pero no podía, estaba peleando contra su instinto y su voluntad. Había cerrado los ojos, como esperando que lo matara. Ahí mismo, en ese momento. Pero la forma en que ella lo alejó lo desconcertó. Sin decir mucho pronto ella se fue con una sonrisa en la boca, burlándose de él, de ella misma.

Recuperándose se borró eso parecido al miedo. Y sólo pudo ver que ella había desaparecido entre las sombras, cuando eso sucedió al fin se pudo moverse, y trató de ir tras ella, pero era inútil.

Sintió algo en su barbilla. Sangre, la sangre de sus manos ahora en él. Su corazón se aceleró. Debía encontrarla de nuevo, pero primero regresaría a casa a hablar con Dante.

Le debía explicaciones.




Cuando Aubrey miró la luna en el cielo, lejos ya del puerto de la ciudad; sonrió con placer mientras saboreaba la sangre que había probado del muchacho. Sean, si recordaba bien era su nombre, tenía mucho que aprender de el mundo más siniestro en el que sus razas vivían.

Iba a ser divertido enseñarle.




Continúa.



domingo, octubre 10

Covert §Preludio§

Titulo: Covert (Encubierto)
Capítulo: Preludio
Autor: Sabrina Knight
Fandom: Los tres mosqueteros // Original
Reseña: La vida puede ser justo lo que queremos... o lo que quieren los demás de nosotros.

§Preludio§

Cuando se conocieron nadie dijo nada, pero todos sabían que sus vidas estaría unidas para siempre.

Ella era una hermosa niña de rubia cabellera, él era un niño ligeramente tosco, pero con rasgos bastante fuertes. El nombre de ella era Bianca, el nombre de él era Seth.

Cuando niños, en esa inocencia que se tiene del desconocimiento de los rangos de la sociedad, Seth y Bianca jugaban sin ningún prejuicio. No entendían el concepto de ser la hija del duque y el hijo del sirviente. Pero eso era lo que menos les importaba.

Crecieron ya empezando a notar unas diferencias que ellos no entendían: uno comía en la cocina con la demás gente de la casa, y otro en una sala enorme, con muchos adornos, sólo con su madre y su padre. Pero a escondidas ambos encontraban un lugar en donde sentarse los dos y contarse los relatos del día.

Cabe mencionar que los planes de sus padres eran diferentes. Por una parte el padre de ella la quería educar como una señorita de clase, pero su madre quería que fuera tan libre como ella jamás había podido serlo. La madre de él quería que su hijo aprendiera las costumbres y heredara el empleo de ellos que los mantendría en la vejez, pero su padre quería que Seth fuera tan fuerte y valiente como jamás lo pudo ser él. Ninguno se preguntó qué querían ellos, no les interesaba y a ellos tampoco les preocupaba que ellos lo supieran.

Por las mañanas aprendían lo que un padre quería, y por la noche aprendían lo que el otro deseaba de ellos.

Bianca aprendió a leer antes que coser. Seth aprendió a tomar una espada antes que un trapeador. Era divertido para ambos aprender, porque en sus ratos libres le enseñaban al otro lo que habían aprendido.

Pero no siempre pudo ser así.

A ella le exigían aprender todas las utilidades de los cubiertos, a él la forma de acomodarlos en la mesa. A los dos les enseñaron las reglas de protocolo, pero uno era para seguirlas y el otro para obedecerlas.

De pronto el tiempo juntos se volvía menor y la sonrisa cómplice se tenía que borrar frente a los invitados.

Ambos se empezaron a sentir prisioneros de sus propias clases y sus costumbres. Sus obligaciones los sofocaban y no habría forma de librarse de ellos...

A menos que...

miércoles, octubre 6

La reina, el caballo y el alfíl §Capítulo 1§

Titulo: La reina, el caballo y el alfíl.
Capítulo: 1. El choque
Autor: Sabrina Knight//Vejibra



Fandom: Original

Reseña: El inicio de una historia es el inicio de todas las demás.


§Capítulo 1§
"El choque"

Esta historia inicia con una mujer que hace siglos que no puede ver la luz del día directamente. Es la historia de una mujer condenada a esconderse entre las sombras, que debe ocultarse de la mirada de los demás. Es la historia de una asesina por naturaleza, más no por elección.
Esta es la historia de Ireri Bazet.
Podría simplemente comenzar a escribirse esta historia a partir del día de su nacimiento aquella fría mañana de Octubre de 1844. O mencionar que hoy cumple 164 años, aunque murió por primera vez a los 23 años, y todo lo demás es lo que ella denomina: "tiempo extra".
Pero esta historia no comenzara ni con el inicio de su vida mortal, ni  la inmortal, si no con un extraño suceso que pasó hace sólo unos pocos meses. Cuando su condena era sólo una pena más.
Ireri había decidido empezar una nueva vida lejos de lo que había conocido en Europa, lista para comenzar algo nuevo. Había decido también hacer uso de sus conocimientos e impartirlos con los mortales, es por ello que había ingresado como profesora a una universidad parecida a un claustro, donde entraba antes del amanecer y salía al anochecer, libre de la luz del sol y casi cualquier sospecha.
Había tomado precauciones de más. Su coche tenía las ventanas polarizadas y la velocidad que tomaba siempre era o prudente o muy veloz para que nadie la pudiera detener. Aun así, con todo eso, no pudo contra lo inesperado...
El olor de un vampiro más.
Cuando detectó el olor viró sin fijarse en nada más, quería seguirlo. No sabía por qué, pero tenía que hacerlo. Sin embargo por su distracción chocó contra otro automóvil justo de frente. 
Ambos se miraron apenas ella se dio cuenta de lo que había pasado. Trató de seguirlo , pero todas las demás personas alrededor no pudieron evitar su curiosidad y menos dejarla en paz. Ella estaba bien, pero el otro conductor había sido herido.
La llevaron en una patrulla a una delegación, pero nunca la pisó. Regresó caminando a la calle donde había sido el accidente, pero él ya se había ido y parecía que había borrado cualquier huella de su presencia ahí.
No pudo seguirlo.
Sin embargo siguió pasando por ahí más veces, tratando de encontrarlo de nuevo. Una semana después, segura de que no lo volvería a encontrar, lo vio justo en la misma calle, sentado en una banca fumando un cigarro.
No quería perderlo de nuevo, así que se estacionó y fue a él tan rapido como pudo. Ahí estaba él. Mirándola. Ella le sonrió e hizo un gesto preguntando si podía sentarse a su lado.
- Adelante... - fue todo lo que dijo y se sentó a su lado sin decir una palabra.
Era un silencio extraño. No podía ni ella misma saber lo que ocurría, volteó a mirarlo.
- No sabía que podíamos fumar...
La inspeccionó con la mirada pero sin ninguna intensión en particular. Dio otra bocanada y ella se sintió ofendida.
De pronto sonrió con ironía e Ireri pudo apreciar sus ojos azules, como los que jamás había visto.
- Depende mucho de lo que consideres que es "posible" en esta vida -susurró mientras expulsaba el humo casi en forma de hilo, apartó la vista de ella y miró el espacio vació en las grandes calles de la ciudad mientras un gato aullaba en la distancia.
Había un silencio turbio, pero pleno. Ireri no dejaba de mirarlo, tratando de usar un poder telepático que no poseía.
- Lo que es posible y lo que no es sólo una percepción de la realidad - dijo él sonriendo, encantadora y misteriosamente.
Era él, tan sólo una sombra.
Ieri asentió dando un leve suspiro.
- Es verdad. Hay realidades en las que...  nosotros simplemente no existimos.
Él también asintió y volvió a darle otra bocanada a su cigarro.
Se quedaron de nuevo en silencio. Había algo que Ireri quería simplemente saber, ese vampiro no era simple o normal a los demás. O tal vez si, pero nada podía explicar la reacción de ella la primera vez que lo vio. Ella había conocido vampiros, otros con los que compartía algunas noches de ocio y de caza, sólo que él parecía tan diferente, como si su sola presencia fuera necesaria e Ireri jamás lo había descubierto antes.
- ¿Por qué te fuiste ese día? El día del choque. Esperaba que te quedaras.
- ¿Para qué? - preguntó.
Ireri se encogió de hombros sin apartar los ojos de él.
- Quería conocerte. No sé porqué. - silencio.

Él cerró sus ojos un instante, cómo si respirara el aroma de la noche. Fue como la sensación de saber que el cazador iba a entrar en acción, pero sin saber cuándo o dónde.
Dio un largo suspiro y volvió a abrir sus ojos azules brillantes, mientras una brisa helada se arremolinaba a sus alrededores. 
- Algunas veces conocer un extraño puede ser peligroso, y... demencial - Ireri soltó una leve risa irónica. Peligroso y demencial le era un concepto familiar. - Cuando te vi, me llamaste la atención, eras diferente a otros vampiros con los que me había encontrado antes... eres joven, estas viva - sonrió levantando su cigarrillo y apagándolo a un lado de la banca donde se encontraba, el ruido de las sirenas en la distancia hacía eco sobre su silenciosa pausa.
Frunció el entrecejo tratando de entender sus palabras. Pero él ya no la estaba mirando.
- Espero que lo que has dicho sea pura ironía - lo negó sin apartar su sonrisa melancólica - de cualquier manera, no me has contestado ¿Por qué te fuiste si también te llamé la atención?
Ireri trató de encontrarse de nuevo con sus ojos azules, pero parecía que ahora la evitaban. Él no respondía.
Suspiró resignada y se volvió a encogió de hombros.
- No lo volveré a preguntar - pero lo seguiría pensando. Ireri se levantó y él se quedó aun sentado. - ¿Vas a irte a algún otro lugar? - levantó los ojos sin emitir ningún sonido. - ¿Te volveré a ver? - seguía en silencio - no te voy a dejar ir si no me contestas - al fin sus miradas volvieron a cruzar.
Él dio un suave respiro y se levantó.
- Tal vez me fui porque no era el momento adecuado para conocernos, tal vez como ahora - la miró unos segundos antes de retroceder unos suaves pasos, buscó entre su chaqueta negra algo, finalmente abrió la palma de su mano y le dejó una tarjeta.
Cerró su mano y comenzó a caminar en dirección contraria levantando su mano para ella.
- Te estaré esperando, en ese lugar - susurró mientras desaparecía en las sombras.
Lo seguío con la mirada sin dar importancia a la tarjeta. Miró cómo encendió otro cigarrillo y expulsó el humo haciendo una figura circular.
Se perdió entre la oscuridad más rápido de lo que hubiera querido. Al fin miró la tarjeta que seguía en sus manos.
"Manhattan, Downtown, Greenville, edificio 34".

Lo volvió a buscar, pero había sido como la primera vez que lo intentó. No había ninguna pista de él.
Sonrió para sí misma y guardó la tarjeta en su pantalón. Regresó a su automóvil y antes de marcharse dio una última mirada a dónde él se había ido.
Cerró los ojos sonriendo. Ni siquiera le había preguntado su nombre.
Arrancó el coche y se fui en dirección contraria.
Ese había sido el inicio de lo más extraño que le tenía preparado el destino.

domingo, septiembre 26

Red Wine §Capítulo 1§

Titulo: Red Wine (Vino Rojo)
Capítulo: 1 // Thru the glass.
Autor: Sabrina Knight //Vejibra
Fandom: Original. 
Reseña: Hay un laberinto del cual no podemos salir nunca: nuestra mente.

Capítulo 1
"Thru the glass"


Llamó a la puerta de nuevo, lo habían dejado afuera en la lluvia sin ninguna protección más que la de su abrigo gris y una escoba despeinada, casi calva. Tocó más y más fuerte la puerta tratando de que alguien lo escuchara, pero nadie lo oía, nadie. Gritó pidiendo lo dejaran entrar, pero la lluvia sonaba más fuerte que él.

- Permettez-moi d'entrer! - gritaba sin recibir respuesta, con el agua en la cara escurriéndole y nublándole la vista.

Comenzaba a sentir frio, un frio que le estaba calando los huesos y que le quitaba fuerzas

- Permettez-moi d'entrer s'il vous plaît! - sin embargo la lluvia ya no era sólo un factor para sentirse más débil. Se estaba desesperando, sus piernas dejaron de reaccionarle, ahora temblaba. Tenía más frio y la lluvia se confundía con su llanto. ¡Cuánto odiaba llorar!

Golpeó la puerta de madero sólida una vez más, con todas sus fuerzas, tratando de romperla con ese solo intento, pero no podía.

Se rindió. Cayó de rodillas tratando de continuar con su ruego que nadie contestaba.

- permettez-moi d'entrer s'il vous plaît... - decía llorando, tiritando de frio, dolor.

Sólo quería entrar, quería entrar a verla. Necesitaba verla por última vez antes de que se fuera para siempre y la perdiera sin decirle todo lo que sentía.

- permettez-moi d'entrer... - rogó una vez más - Je dois la voir...

Entonces para su sorpresa sintió que la puerta se abría. No podía dar crédito a lo que miraba, no podía levantarse, sólo alzó la cabeza para encontrar una sombra de alguien muy grande, borroso y casi sin forma.

- Je dois la voir! - exigió, pero la sombra lo detuvo a que se fuera arrastrando. Y con una voz áspera, dura dijo:
- Elle est morte...

Abrió los ojos en par con el nudo en la garganta que siempre tenía cada vez que volvía a soñar con ella y la extraña mezcla de sus recuerdos de adolescencia.

Siempre llovía, siempre llevaba ese abrigo y la escoba.

Nunca lo dejaban entrar.

Como cada vez que tenía su sueño, se hizo a un lado de la cama y miró la fotografía de una bella chica pelirroja de delicadas facciones y bella sonrisa. Y volvía a llorar.

- Bridget... - murmuraba en voz baja una y otra vez, como si repitiéndolo lograra que la fotografía se moviera y volviera a la vida.

Y Sean volvía a quedar dormido.


Abrieron la puerta de un dormitorio oscuro lentamente, la luz del exterior mostró una pequeña sombra que se iba haciendo más y más alargada. La sombra se fue acercando a la cama con sigilo, y pronto la sombra se detuvo y sacó un objeto fino y largo que se acercó al rostro del chico dormido que apenas sacaba la cabeza de su largo edredón.
La sombra mostró al fin una mano delgada y delicada, y en ella una pluma que acercó a la nariz del chico. La agitó, pero él no se inmutó. La agitó otra vez... pero apenas suspiró.

La pluma se fue alejando de su nariz para sus orejas y se volvió a agitar, al fin el chico se empezó a mover. La pluma volvió a hacer lo mismo y  el chico al fin se quejó, pero sin abrir los ojos se cambió de lado de la cama.

La pluma se hizo a un lado y la sombra volvió a ocultar la pluma. Ahora la sombra volvió a caminar lentamente sin hacer ruido hasta cambiar de lado contrario de la cama donde asomaba el rostro dormido de Sean, sólo que esta vez no se acercó de nuevo a su cama, sino que se dirigió a la ventana. Las manos finas tomaron las cortinas que ocultaban el sol y... las abrieron.

Inmediatamente se escuchó la queja de él que se negó de nuevo a abrir los ojos y se ocultó detrás de su edredón.

La sombra era en realidad una bonita chica rubia de larga y ondulada cabellera acompañada de ojos almendrados y grandes, delgada y con una sonrisa coqueta que miraba al bello durmiente.

- ¡Ya es hora Sean, despierta! - le dijo cruzando los brazos dejando ver la pluma que llevaba la sombra.

Sean sólo se quejó haciendo ruidos sin sentido. La chica dejó la pluma a un lado y se acercó a la cama para sacudir al chico tan fuerte como podía y al final le quitó el edredón dejándolo al descubierto. Sean entre su queja tomó su almohada y ocultó su rostro como si esto lo hiciera invisible.

Ella suspiró molesta y se lo quitó.

- ¡Ya, suficiente! - le arrebató la almohada y empezó a golpearlo con ella.
- Basta, basta Juliet! - Sean se levantó aun tratando de reaccionar al sol que le molestaba.
- Pues levántate, no seas holgazán.
- Tengo sueño, déjame dormir - medio abrió un ojo, se talló el otro y los entreabrió aun con su rostro de sueño - diez minutos más.
- Tus diez minutos son una hora - le aventó la almohada al rostro – nuestro tío nos espera, así que ya salte - se encaminó a la puerta - ¡Y no te vuelvas a dormir! - dijo de forma amenazante, pero al darle la espalda sonrió cual niña pequeña al haber hecho una travesura y salió azotando la puerta.

Sean aun entre miró tratando de abrir más los ojos. Estaba completamente despeinado y aun con la huella de saliva en la mejilla. Se estiró y se dejó caer a la cama de nuevo. Aun tenía mucho sueño. Cerró los ojos y se volvió a estirar moviendo todo el cuerpo, al final se quedó inmóvil en la cama con los ojos abiertos mirando el techo. Giró la cabeza a un lado y miró de nuevo el retrato de Bridget.

- Buenos días linda - le dirigió una sonrisa al retrato que parecía mirarlo también sin dejar de sonreír.


Juliet bajó con paso delicado, como contando cada paso que daba, levantando la cabeza y suspirando como recién levantada de un bonito sueño. Llegó a una muy elegante cocina blanca y se robó una manzana de la canasta que estaba sobre la barra de servicio. La acercó a su boca, pero antes de poder morderla una voz la interrumpió.

- Debes de lavarla ¿lo sabías? - Juliet alejó la manzana de ella y giró la cabeza hacia donde provenía la voz. Era un hombre alto (mucho más que Juliet) de cabellera castaña, vestido elegantemente, y con unos lentes oscuros. - te he dicho que no comas algo sin antes lavarlo.
- Jamás he sabido cómo lo haces - suspiró resignada encaminándose al lavadero.
- ¿Cómo hago qué?
- Saber lo que hago - enjuagó la manzana - no sé que súper sentido tienes, pero siempre sabes lo que hago aunque no haga ningún ruido.
- Los ciegos intensificamos los demás sentidos.
- Pero tus sentido son mucho más sensibles que el de cualquier otro - cerró la llave y la secó con una franela que estaba cerca de ella - eso a veces me asusta tío.

El hombre sonrió satisfecho, se acercó a la estantería y sacó una taza para servirse con plena seguridad el café caliente que se estaba despachando en la cafetera. Juliet sin más excusa mordió la manzana y se sentó en la barra.

- ¿No vas a desayunar? - preguntó su tío.
- Voy a esperar a Sean.
- ¿Ya lo fuiste a levantar? – ella asintió - ¿y se levantó?
- Eso espero, sino lo voy a volver a golpear hasta que lo haga.
- Siempre tan delicada, linda - Juliet sonrió orgullosa - no deberías esperarlo, vas a llegar tarde al colegio y Sean ni siquiera va a la escuela.
- No me gusta comer sola.
- Entonces desayuna conmigo.
- No, tú comes en 3 minutos.
- Tú también deberías hacerlo.
- Yo como con calma.
- ¿Y por eso ya te acabaste la manzana? - Juliet torció la boca molesta evidenciando que efectivamente se había comido la manzana.
- ¿Ya te dije que me das miedo? - lanzó el resto de la manzana al bote y le atinó a la canasta. Se acercó a la canasta de nuevo y repitió el proceso de lavado.

Su tío se quedó callado tomando su taza de café sonrió divertido ante las quejas de la pequeña, sin embargo sintió que Juliet estaba intranquila. Y efectivamente, Juliet no paraba de mirar las escaleras esperando a que bajara Sean.

- ¿Segura que no quieres desayunar conmigo?
- Te dije que espero a Sean - tomó la manzana roja y le dio una fuerte mordida - ya vete a tu trabajo si quieres.
- ¿Me estas corriendo?
- Claro que no tío - aseveró - sólo estoy esperando a Sean - los dos quedaron en silencio de nuevo. Juliet cruzó los brazos y suspiró molesta sentándose a un lado de su tio. - Apuesto a que está contemplando de nuevo su foto.
- ¿Su foto?
- Bueno, la foto de "ella". – Aclaró - Ni tan bonita que hubiera sido.
- Era su esposa - Juliet se encogió de hombros sin darle importancia - no subestimes lo que sintió tu primo por ella.
- No lo subestimo, sólo... - se quedó pensando - creo que exagera.

Le dio otra mordida a su manzana y dio por cerrado el tema. Justo en ese momento bajó Sean con el cabello todo despeinado, pero al fin vestido decentemente.

- Buenos días - dijo entre un bostezo limpiándose el rostro. Dio otro fuerte bostezo y sonrió. - ¿Qué pasa?
- Nada - Juliet sonrió y de un brinco se levantó de su asiento corriendo a la estufa - ¿Qué quieres desayunar Sean?
- Lo que sea está bien.
- Vamos Sean, pide algo, lo que sea, yo lo preparo en cinco minutos.

Sean alzó los hombros y Juliet sonrió.

- Huevos revueltos serán - sonrió y se puso rápidamente el delantal poniendo toda su atención en la cocina. Sean quedó enfrente de su tío y  volteó a otra parte.
- ¿Cómo amaneciste Sean?
- Con sueño – volvió a bostezar y se estiró. Entrecerró los ojos y sin querer se quedó dormitando en la mesa.
- ¡Sean – la chica azotó el sartén en la mesa y el chico despertó de un brinco – ya no te duermas!
- Ya, perdón. – Juliet lo mal miró y le sirvió en el plato. Se sentó a su lado y empezaron a comer en silencio.

Era difícil describir la situación de los tres. Por un lado ambos chicos eran primos cercanos, pero no se habían conocido hasta hace un año, cuando Sean había sido obligado a vivir con Dante, su tío y ahora su tutor.

Esto ocurrió después de haberse escapado a Francia durante 3 años donde se había hecho pasar por mayor de edad, se enamoró y se casó con Bridget Freire quien trágicamente había muerto de una extraña enfermedad. De haber sido por Sean hubiera continuado su vida en Francia y guardado luto ahí, pero la noticia de la muerte de Bridget provocó una serie de trámites que lo obligaron decir la verdad y ser deportado a su país, Estados Unidos, con las acusaciones de falsedad de documentos que lo llevó a la condena de tener que vivir con Dante hasta que cumpliera la mayoría de edad, pero para eso faltaban 3 años más.

Juliet por otro lado era una chica que toda su vida la había vivido con Dante, al cual consideraba como un padre por la protección que le daba, a pesar de siempre querer demostrar que era más independiente de lo que no era. Lo curioso era que desde que Sean empezó a vivir con ellos, su actitud había cambiado, de ser una chica despreocupada por el mundo, se transformó a alguien pendiente por la vida de su primo. Lo empezó a procurar y preocuparse cada vez que no llegaba o no llamaba. Por él empezó a cocinar.

Dante era lo que Sean llamaba “un completo misterio”. Sabía que era su tio, que tenía que vivir con él y que era abogado. Y nada más. No tenía una relación amorosa, nadie lo llamaba fuera de su trabajo, parecía un reloj sincronizado con las 10 de la mañana que salía de la casa y a las 7 que volvía. Inclusive Juliet tampoco sabía nada de él.

Claro, ninguno de los dos se preocupó en saber más de Dante. Y Dante no se preocupaba en dar más información.

Sean fue el primero en terminar de comer y se tomó el jugo de un sorbo y se volvió a estirar con pereza. Juliet se le quedó viendo frunciendo el entrecejo.

- ¿Qué vas a hacer hoy? – preguntó Juliet metiéndose un bocado a la boca.
- No sé… quizás caminar por la ciudad y perderme hasta mañana – bostezó.
- ¿Estás loco? Siempre haces lo mismo y no haces nada.
- ¿Qué más puedo hacer? – preguntó indiferente.
- No lo sé, algo más. Siempre estas de holgazán, no te tomas la molestia de hacer nada.
- No tengo nada qué hacer.
- Eso no es cierto ¿verdad tío? – Dante se ocultó detrás de la taza de café y no dijo nada. Juliet gruñó molesta.
- Ya viste – Sean suspiró y se levantó de la mesa con toda la pereza del mundo dejando a Juliet con la queja en la boca.
- ¿Puedes llevar a Juliet? – preguntó de la nada Dante y ambos adolescentes lo miraron confundidos – Ya es tarde y no va a llegar a tiempo si la lleva el chofer.
- Eso es cierto -  Juliet se repuso de la confusión y el rostro se le iluminó – Vamos Sean, ¿puedes llevarme a la escuela? ¿O es que tu apretada agenda no te deja?
- ¿Y cómo se supone que la llevaré? ¿Caminando y de la mano? – Juliet tenía la respuesta en la boca cuando Dante le lanzó unas llaves a Sean dejándolos de nuevo confundidos a los dos. Sean miró las llaves; eran de una motocicleta.
- Es la más rápida de todas – Sean se quedó sin palabras y Juliet sonrió aun más. -¿La llevas?
- ¿Esa es la condición para usarla? ¿Llevar a Juliet?
- No es condición, sólo es un favor.

Sean trató de no mostrar la emoción que le daba tener esas llaves en sus manos, así que sólo se encogió de hombros.

- Bueno, no tengo nada más que hacer. – y se encaminó al estacionamiento.

Juliet se levantó de un brinco tan emocionada que sólo pudo besar a Dante y correr al estacionamiento tras de Sean. Dante sólo esbozó una sonrisa.

- Sólo es un niño. – se dijo para sí mismo y le dio el último sorbo a su café.

Al fin tocar la piel que envolvía la motocicleta era como un éxtasis que todos sienten una vez en la vida, pero nadie puede explicar. Suspiró maravillado imaginando la velocidad a la que podría ir tratando de no parecer más emocionado de lo que ya estaba. Cuando Juliet llegó con su mochila Sean le dio su casco.

- ¿De verdad crees tener la cabeza tan dura? – preguntó irónica.
- Averigüémoslo – sonrió travieso y se montó invitando a Juliet que velozmente se sentó atrás tomándolo fuertemente de la cintura. - ¿lista?
- Siempre – Sean bufó y encendió la maquina, las puertas del estacionamiento se abrieron y con un rugido del motor abandonaron el lugar.

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