domingo, octubre 24

Red Wine [Capítulo 2]

Titulo: Red Wine (Vino Rojo)
Capítulo: II
Autor: Vejibra Momiji / Sabrina Knight
Fandom: Original
Reseña: Algunas veces tiene sueños a las cuáles llama pesadillas, porque las imágenes que ahí se recrean son las de un pasado que no sabe que existe.

Capítulo II ~ Whispers in the Dark

Abrió los ojos, eran las 7 PM en punto. El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte y estaba agradecida de sentir como la noche la alimentaba. Con cuidado dio una media vuelta en la cama hecha de sábanas de satín color negro. La habitación era oscura, decorada con uno que otro cuadro de arte moderno con colores rojo, blanco y negro. Las paredes blancas mantenían la tenue iluminación de las luces neón alrededor de la cama. Las cortinas negras, mantenían la luz del sol fuera, como era y suponía que debía ser.

Suspiro, era lo que debía ser, al menos en su mente. Cansada decidió que no quería despertar y volvió a cerrar los ojos, en ese momento la puerta de la habitación se abrió y una figura masculina empezó a caminar rumbo a su cama. Sin mucho ánimo levantó la cabeza y miró al muchacho de cabello y ojos cafés oscuros que la miraba con intensidad.


—¿Qué haces en mi habitación? —susurró, sus ojos verdes/dorados aumentaron el brillo. No tenía ganas de una discusión nocturna—. No tienes permiso de entrar aquí.

—¿Aún sigues molesta, petit? —se sentó a su lado, acariciando su rostro con el dorso de su mano. Ella se negó a tal caricia, moviendo el rostro en la dirección contraria. El joven frunció el ceño, sus ojos cafés tomaron lentamente un tono color vino—. No tienes que por actuar de esa forma.

—Me utilizaste.

—No lo hice, liberé tu naturaleza —intentó volver a acercarse a ella, tomando su mentón y volteando su rostro hacia él, acercando sus labios con suavidad hacia ella—. Todos estos siglos... teníamos que hacer una prueba —intentó besarla pero ella se rehusó.

—Ya hiciste la prueba, ahora quiero descansar.

—No puedes, mon amour —susurró frunciendo el ceño y suspirando cuando ella lo volvió a rechazar. Con cierta molestia se levantó de la cama y la miró—. Tenemos el baile de debutantes está noche.

—¿Cuál baile?

—Tu sabes, fiestas, sangre, algunas víctimas desprevenidas —sonrió—. Lo usual —ella enarcó una ceja. Él la observó unos segundos—. ¿No estás de humor?.

—No realmente

—Aubrey...

—¿Si? —Susurró levantándose de la cama para acercarse a su armario.

—No tienes que actuar de está forma.

—No estoy actuando de ninguna forma, Dominique —susurró, suspirando abrió el gran armario y vio la cantidad de vestidos que se encontraban ahí—. Charlotte irá también.

—Por supuesto, es lo que le gusta —sus labios se curvaron en una sonrisa irónica—. Era lo que usualmente te gustaba —a paso lento Dominique se acercó a ella y la tomó la cintura besando su cuello. Aubrey permaneció inmóvil, como si esperará que algo sucediera.

Las manos del muchacho eran frías, pero denotaban cierto cariño inminente y un deseo posesivo que solo ella sabía que existía. Sus besos lentamente comenzaron a ser más apasionados, recorriendo con sus labios su cuello y su piel.

Sus colmillos se expandieron detrás de su boca masculina. Quería morderla, sin embargo no lo hizo ante la no interacción de la joven la soltó. Aubrey perduró en silencio, mirándolo un segundo con sus ojos color miel. Estaba acostumbrada a la actitud dominante de Dominique, pero ahora estaba cansada.

—Hubieras reaccionado de otra forma, en otro momento.

—No estoy de humor, no ahora.

—Aubrey, petit... —los ojos oscuros del vampiro la miraron unos segundos mientras analizaba su belleza hipnótica. Los ojos casi dorados de nacimiento, el cabello castaño casi rojizo, la piel pálida y la mirada fría; eran características que la hacían deseable ante los ojos de cualquier ser sobre natural.

Solo que era casi libre a los deseos de otros.

—Dominique, Jean Paul te está... ¿Interrumpo algo? —una mujer de ojos azules intensos y cabello negro como la noche entró. Llevaba un vestido ajustado de color rojo y los labios, grandes y carnosos, lucían un tono carmesí. Aubrey se mantuvo en silencio mientras analizaba a la recién llegada. Charlotte era una mujer que a primera vista sería capaz de todo incluso de sus más bajos instintos, pero era una vampiriza deseable y sobre todo sexy.

—No, no estás interrumpiendo nada —susurró Aubrey, y comenzó a desnudarse frente a los dos presentes. Se colocó un vestido negro de seda que daba un brillo intenso a su piel pálida y resaltó sus labios con un labio rojo sangre. Después de acomodarse la ropa miró a los presentes.

Charlotte se encontraba cruzada de brazos en espera de que terminará de arreglarse, mientras Dominique la devoraba con los ojos.

—¿Listo? —preguntó impaciente la vampira de cabello negros. La pareja la miró uno segundos antes de mover la cabeza con prepotencia.

—Si.




No tardaron mucho tiempo en llegar a la cena de gala que se organizaba en el lugar. Uno de los principales exponentes de dicho evento, era una colecta de beneficencia a nombre de una de las familias más importantes de America: los Crawford. Claro estaba que ante los seres humanos, dicha familia era solo un grupo de ricachones al mando de una mujer pelirroja con cierta habilidad en negocios.

Eran ingenuos a la realidad.

—Estoy aburrida —se quejó Charlotte, acomodando su vestido rojo a la par que buscaba con la mirada a Dominique—. No entiendo... porqué siempre nos abandona cuando hay eventos de “caridad”.

—Tiene que aparentar —susurró con seriedad Aubrey mientras sus ojos analizaban a las figuras y escuchaba con atención el latido de los corazones humanos. Había una necesidad imperiosa por alimentarse, y en ese momento eso era peligroso—. Como el resto de nosotros, además... también los humanos están celebrando una “boda” al otro lado del edificio.

—¿En serio? —Charlotte bebió de su copa, analizando el vino rojizo. No era el sabor que ella realmente apreciaba. Sus ojos azules se dirigieron a una pareja que bailaba en medio del salón. Eran un hombre alto de mediana edad junto a una atractiva pelirroja—. Se está debilitando, le cuesta mantenerse en alto.

—¿En serio? —Preguntó con ironía Aubrey, bebiendo de su copa de vino—. Era de suponerse con la edad que tiene.

—¿Esa es una broma? —preguntó la morena sonriendo, sus labios carnosos analizaron a la vampira más joven—. No te gustan este tipo de eventos, ¿no es así?.

—Somos un círculo bastante cerrado... —sonrió con mesura—. Pero realmente cada vez que me encuentro rodeada de humanos, tiendo a... querer...

—¿Alimentarte de ellos? —Charlotte movió sus labios en una mueca—. Si, también me cuesta mantenerme en el oficio pero la noche es joven y... mira a esos dos apuestos caballeros que nos observan en la esquina —Aubrey siguió la dirección que apuntaba el dedo de Charlotte, frunciendo el ceño ante dos hombres –atractivo- que les sonreían y levantaban sus copas.

—Puede ser divertido —tenía una imperiosa necesidad de divertirse, sus ojos dorados se dirigieron a otra figura masculina a varios metros de distancia. Dominique levantó su copa mientras coqueteaba con una muchacha rubia, una jovencita ingenua que posiblemente nadie extrañaría a la mañana siguiente. No obstante ambos podían verse, sentirse mediante sus pensamientos.

Aubrey sonrió. Era momento de cobrarse el hecho de que la hubiera utilizado.



La acorraló en un pasillo, sus ojos cafés denotaban un brillo rojizo intenso. Estaba furioso de la actitud que Aubrey había tomado en la noche, sus miradas se encontraron. Aubrey frunció el ceño.

—¿Por qué? —preguntó en un susurró.

—Tengo todo el derecho de aparentar ser una humana cualquiera, ante los ojos de todos los humanos, soy... una adolescente de dieciséis años —sonrió de lado, provocándolo—. Los hombres estaban atraídos a Charlotte, no valía la pena.

—Hiciste que tuviera celos.

—Estabas con aquella rubia tonta, no tenías razón para sentirte celoso —con frialdad retiró el brazo del joven que bloqueaba su paso—. Estoy aburrida, así que saldré a caminar.

—No es verdad, irás a alimentarte —sus ojos rojizos la escudriñaron por tercera vez en la noche, había un deseo escondido en ellos. Aubrey respondió con su silencio—. Te necesitamos...

—No esta noche —respondió con una sonrisa en sus labios, algo poco usual y definitivamente irregular—. No tengo problema con alimentarme y ¿tú? —Dominique frunció el ceño, soltando su brazo.

—Recuerda volver en la mañana.

—Debería decir lo mismo —respondió ella, sabía de la muchachita rubia que había estado hablando con él. Tenía que darle el crédito Dominique podía ser muy... eficiente si le convenía. En silencio comenzó a caminar alejándose de la vista del vampiro, quién furioso golpeo la pared a su lado.




Era pasada la media noche, cuando la sed comenzó a tomar control. Solía ser bastante racional cuando se trataba de seres humanos, pero su necesidad imponente por alimentarse se estaba haciendo fuerte desde... el último evento que prefería borrar de su memoria.

Los vampiros que habitan el mundo moderno había aprendido a controlar su necesidad de alimentarse por una cordura fatal de aparentar que no necesitaban de ello e integrarse a una sociedad que los creía un mito. Claro que también entre mitos y leyendas podía hallarse la realidad y la frágil línea de una guerra entre razas que se debatía a diario por mantenerse en línea. Claro que con lo sucedido días antes... Aubrey sonrió con melancolía, no sentía remordimiento por las muertes, ni nada similar, incluso había olvidado lo que era temer. Sin embargo odiaba el deseo imperioso de sentirse prisionera en su propio cuerpo. No obstante no lo reflejaba, porque no lo necesitaba.

Pasará lo que pasará. No estaba arrepentida de las muertes que había ocasionado, después de todo para ello había sido creada. Caminado por el muelle, sus ojos dorados pronto se tiñeron de rojo intenso, la sangre oscura que recorría sus venas lentamente le daba vida a su sed. Escuchaba pasos y corazones, mentes que se borraban en su conciencia.

No tenía mucho tiempo. Quería encontrar algo de diversión.


El joven rubio anduvo en la motocicleta toda la tarde y noche. Dejó a Juliet justo a tiempo, sin ningún tipo de percance y ahora se podía dedicar a su actividad favorita: vagar. Juliet le había hecho prometer que iría por ella, pero ella misma sabía que no lo haría, así que ¿para qué cambiar la imagen que tenía de él?.

Se metió por entre las calles y se estacionó frente a la bahía. Dejó la motocicleta y se sentó frente a la fría playa. Su primer pensamiento fue Bridget y el único hasta que se dio cuenta de que era de noche. Aun así no se levantó hasta que llegó un brigadista que lo corrió.

Acostumbrado a dejarse llevar se fue y volvió con la motocicleta con la intensión de perderse. Pero apenas intentó arrancarla se dio cuenta de que le habían robado la gasolina que tenía.

—Que idiotas, mejor se hubieran llevado la moto —se quejó para si mismo. Quitó el seguro y se fue caminando arrastrando la moto consigo... por lo menos hasta la gasolinera más cercana.

Al otro lado de la bahía una figura femenina misteriosa caminaba con lentitud, como si fuera un fantasma entre la no existente niebla. Por alguna razón había recorrido el sitio más de lo que consideraba agradable. Talvez era una forma agradable de ser ella misma además solo quería salir de la vista y del radar de su querida “familia”.

Pronto, una sed ansiosa comenzó a perforar a través de sus venas, llenando su cuerpo con una necesidad hambrienta que no podría controlar. Toda su vida le habían enseñado a ser una asesina y desde los últimos acontecimientos su autocontrol poco a poco se estaba desvaneciendo. Aunque, en el fondo, no consideraba que alguna vez tuvo alguno. Con precaución escuchó los latidos distantes de un par de humanos en el muelle, la figura de aquellos pescadores comenzó a ser más visible bajo sus ojos depredadores.

Su conciencia comenzó a batallar con su instinto. Entre el hambre y la necesidad de estar cuerda inesperadamente volvió a ganar el hambre. Lentamente y con sigiloso movimiento se acercó a los dos hombres hasta encontrarse a pocos pasos de ellos. Cuando vio que uno prendía un cigarrillo curvó sus labios en una mueca indescifrable.

—¿Tienen fuego? —susurró sensualmente mientras sus ojos felinos color dorado se iluminaban. Los hombres la miraron, creían que estaban ganando el premio de sus vidas. Uno de ellos se acercó y Aubrey sonrió, mostrando sus colmillos.





El muchacho rubio trataba de encontrar la gasolinera más cercana mientras llevaba a cuestas su motocicleta. ¿Por qué no la abandonó?. No podía, tenía que mostrar un poco más de responsabilidad en sus acciones. Aunque no fuera cierto.

Ahora tenía que arrastrarla hasta...

De pronto, escuchó un grito. Levantó la mirada y se dio cuenta de muchas cosas: era de noche, estaba caminando entre una calle bastante oscura y a lo lejos parecía que un ladrón estaba haciendo se las suyas. Tenía una de dos: o iba a ayudar a quien se encontraba en problemas o seguía su camino hasta encontrar la dichosa gasolinera.

—¡Demonios! —susurró para si mismo cuando se vio acercándose lentamentea la escena  de donde minutos antes había provenido el grito.

Estaba concentrada en sus acciones, mientras con sus colmillos perforaba el cuello de su víctima ante los ojos atónitos de su compañero, que paralizado por el miedo había comenzando a orinarse.

La sangre cálida circulaba de sus labios hasta su interior, dándole vida a su cuerpo inerte. Era libre cuando se alimentaba... Entonces, escuchó los pasos de alguien que se acercaba sigilosamente. Aturdida, Aubrey tomó del cuello a su segunda víctima e intentó alimentarse de ella, pero la asustada víctima intentó huir, sujetando uno de sus brazos lo quebró en 3 partes mientras movía su cuello a un lado para acabar con él.

Solo le tardó unos segundos en el proceso que le llevo matar a la segunda víctima y mover el cuerpo hacia la dirección contraria aparentando que estaba “huyendo”, hasta que la figura desconocida llegó a si sitio. Con sigilo Aubrey limpió la sangre de sus manos y su boca, dejando el rastro de ropa manchada como una “prueba”, si se trataba de un policía haría sus propios cálculos y sacaría conclusiones de lo que una pobre e inocente criatura como ella podía sufrir a la media noche por un lugar como aquel.

Era una mascara.

Cuando Sean llegó al lugar, no comprendió bien la escena. Las sombras se movían de forma desesperada y cuando al fin se acercó una figura femenina se levantó y otra parecía que estaba huyendo. Se mantuvo un paso atrás, tenía un mal presentimiento.

—¿Se encuentra bien? —logró percatarse que la chica se limpió el rostro, parecía llanto o algo parecido. Ella asintió, pero parecía nerviosa—. ¿Te asaltaron? —volvió a asentir—. ¿Estás bien?

Entonces ella salió de las sombras, su ropa estaba manchada y su cabello revuelto. Pero aun así Sean quedó más embelesado por su bello y fino rostro. Por su parte Aubrey estrecho la mirada, talvez aquel muchacho rubio podía ser más ingenuo de lo que parecía pero su olor no la distraía, era... uno de ellos.

Con suavidad empezó a responder con voz queda como si estuviera tratando de sobreponerse a un shock.

—Si… fue un pequeño... Infortunio —se dio cuenta de que estaba hablando no necesariamente como debería hacerlo—, no paso nada grave.

—¿Estas... estas segura? porqué podemos ir al hospital, está... bueno, no sé que tan lejos esté, pero igual podemos... podemos ir —respondió preocupado pero algo no lo dejaba acercarse a ella. No distinguía ninguno de sus instintos, y al primero que le hizo caso le hizo notar la ropa llena de sangre. La sangre nunca era buena para ellos, era como una invitación a cenar, claro, no humanos. Pero a Sean en especial, la sangre le daba asco—. Tengo mi moto allá, aunque no tiene gasolina, pero igual te puedo ayudar.

Al decir eso fue como una regresión en el tiempo. Se hizo atrás de nuevo alejándose de ella. El mal presentimiento no se iba, pero la necesidad de quedarse tampoco lo dejaba moverse. Aubrey volvió a estrechar las cejas, tenía una extenuarte necesidad por terminar lo que había empezando, pero por ahora, era mejor estar tranquila.

—No es necesario —susurro mientras miraba las facciones tenues del muchacho, era aun joven, bastante, especialmente para alguien de su especie...—, solo necesito descansar, pero todo estará bien, de todos modos, ellos me encontraran.

—¿Ellos? —Preguntó mirando para todas partes, como con la sensación de que alguien lo seguía—, ¿estás en problemas? Lo mejor será que te vayas entonces. —Ella no dejó de fruncir el ceño y negó con la cabeza—. ¿Qué pasa? A lo mejor hay cómplices y te harán más daño, ¡mírate! estas sangrando. Hay que alejarnos. Vente —le extendió la mano, olvidaría la motocicleta y huiría con ella ¿a dónde? A un meollo de problemas, de eso estaba seguro.

Estaba sorprendida, no era del todo común que alguien de su especie le extendiera la mano, ¿acaso se daba cuenta del peligro al que se enfrentaba? talvez no, además en su mente y en sus oídos podía escuchar las voces de los que eran su familia, aún así, miro los ojos del muchacho, que no sabia lo que era para sonrió.

—¿Quieres que vaya contigo? —se mantuvo en silencio mientras movía su cuerpo sigilosamente—. No es nada, ya lo dije antes y lo reitero.

De nuevo su instinto lo aconsejó alejarse de ella, correr. Había hecho lo posible para que estuviera bien, y ella lo había rechazado, ya no podía hacer más. Era hora de correr.

—Insisto... yo no te quiero hacer daño, sólo... me preocupo —Pero nunca le había hecho caso a su instinto.

Ante la insistencia decidió probar hasta que punto podía atreverse el muchacho, y enfrentarse a ella; así que solo lo miro y extendió su mano, suavemente bajando la suya, en la luz alejada que brillaba de algunos edificios aledaños a la bahía, el podía observar la sangre que manchaba sus manos.

—Solo necesito un lugar para limpiarme las manos, el agua... camino al puente hay un lugar —y camino delante de él, aun con la mano sosteniéndolo. Aubrey era peligrosa pero mas peligrosos eran sus familiares que tardeo temprano la encontrarían.

Sean apenas pudo sentir cómo su mano rozaba la suya, porque fue muy rápido el instante en que ella la quitó y se puso delante de él.

—Claro —volteó a ver a una sombra inmóvil y de nuevo se activaron sus malos presagios. "ya basta" se dijo y la siguió. Caminó detrás de ella aun volteando si alguien venía siguiéndolos. Pero también intentaba ocultar la aberración que sentía por ese olor de sangre que ella impregnaba. Ella volteó y él sólo pudo disimular que nada pasaba y sonreír. Caminó hasta alcanzarla y de nuevo sonrió. Ella lo miró de forma extraña, lo puso nervioso—. Por cierto... Me llamo Sean Osman —quiso extender la mano, pero tenía miedo de que ella no la estrechara de nuevo—. ¿Cómo te llamas?

Aubrey se sorprendió un poco, ahora sabia el nombre del extraño muchacho. Le había revelado el nombre de su familia y de su clan. Estrecho la mirada, talvez era demasiado inocente o demasiado estúpido, pero comenzaba a agradarle; miro su mano y observo las manchas de sangre humana, en la oscuridad apego la mano hacia su rostro, lamiendo las manchas de sangre al pasar sus dedos sobre sus labios para limpiarla delicadamente, sin que él se diera cuenta, para después, extenderla...

Tomó su mano unos segundos y después la volvió a soltar, el olor a cobre y muerte aun estaba presente en el ambiente que la rodeaba, dudando unos segundos lo miró con intensidad y finalmente habló.

—Me llamo... —Un auto se detuvo, un deportivo Pigeon de color rojo sangre y sus ojos dorados se desviaron hacia ahí, fue entonces que prestó atención a la figura peligrosa que se aproximaba con un galante caminar sensual. Charlotte no aceptaría su experimento... no aceptaría al chico ni siquiera por curiosidad—. Ven conmigo — susurro tomando su mano y comenzando a correr en dirección hacia el puente Golden Gate.

Fue un jalón que no le dio tiempo a reaccionar.

Ella lo empezó a llevar con una fuerza poco ordinaria para ser sólo una chica. De nuevo volteó y vio una sombra a lo lejos. Pensó inmediatamente en "ellos" y corrió al paso de ella. Si no hubiera estado ocupado pensando a dónde escapar le hubiera extrañado que ambos corrían a una gran velocidad y sin ningún esfuerzo, pero eso no le interesaba, sólo necesitaban huir. Estaban dejando el puente y entraban directamente a los embarcaderos, una parte aun más oscura que la anterior.
Esconderse ahí era un buen plan, ocultarse entre las sombras. Al parecer ella había pensado lo mismo pues rápidamente entraron a una bodega llena sólo de cajas y con un fuerte olor a pescado. Al menos eso ocultaba ya el olor a sangre.

Segundos después Aubrey frunció el ceño, talvez porque no era como solía actuar, pero desde hace muchos siglos que no sabía exactamente lo que era, así que se mantuvo quieta en el silencio. Fueron varios segundos de un mutismo incomodo.

—Aubrey —susurró lánguidamente como si analizara sus palabras con lentitud.

—¿Perdón? —Sean preguntó confundido cuando logró escucharla, pero no entendió bien a qué se refería—. ¡Ah! ¿Ese es tu nombre? Pensé que habías olvidado que te lo pregunté —Aubrey alzó una ceja. Parecía que se estuviera divirtiendo—. Mucho gusto —le quiso extender la mano, pero en ese momento ella lo jaló hacia un pequeño hueco entre las cajas.

Tratando de ocultarlos, Aubrey aún podía sentir la presencia de Charlotte, demasiado cerca. Odiaba esa parte de ella no podía tener ni un minuto de privacidad porque sus dos “guardianes” parecían revolotear como murciélagos en la cabeza del otro, trato de ocultar sus pensamientos, ponerlos en blanco como si no existieran. Ni si quiera se dio cuenta de que tenia al muchacho entre sus brazos o que lo tenia muy cerca de su pecho junto a su ropa manchada de sangre.

El olor a pescado y sangre era penetrante. Sean hubiera disfrutado mucho estar en el pecho de una mujer, de verdad que sí, adoraba cuando su esposa lo acurrucaba en su pecho, pero en ese momento no podía ni aprovecharlo ni disfrutarlo. ¿Qué tipo de rufianes estaban tras de ella? Debía ser algo muy malo porque su rostro no reflejaba nada, era como si se hubiera quedado de piedra.
—Aubrey... ¿pasa algo? —ninguna respuesta. Trato de hacerse a un lado, pero ella era literalmente piedra, no podía separarse de ella.

Aubrey continuó en su estado catatónico hasta que sintió como la presencia asesina de Charlotte comenzaba a desaparecer; entonces con frialdad alejó al muchacho de ella. Lo miro unos segundos y forzó una sonrisa, algo aparente y luego se quedo en silencio.

—No lo sabes, no es así, no siquiera lo sospechas —sonrió, incluso porque era interesante hablar con alguien mas allá de lo que ella era, además quería estar sola y descubrir en que punto podía experimentar ciertas cosas...

—¿Saber qué? —susurró Sean confundido y al fin de pudo hacer caminar hacia atrás. Pero parecía ser que ella lo seguía mirando con burla—. ¿De qué hablas o qué? —abrió los ojos como plato—, ¿tú también eres una ladrona? ¿En realidad tú atacaste a esas personas?.

Se sintió burlado y tonto.

Aubrey abrió los ojos unos segundos, no sabia si reír o continuar aparentando que no era lo que parecía ser, se acercó lentamente y colocó la mano sobre la mejilla del chico para curvar sus labios en una mueca perturbarte pero atractiva a algunos su sonrisa podía parecerles hermosa aunque distante y a otros conforme aplicara emociones o nada al respecto podía ser la risa más cruel que hubiera visto.

—Supongo, que dentro de mí… talvez si soy un ladrón —susurró mientras se alejaba, para salir de aquella bodega, el olor a pescado le desagradaba. El peligro había pasado, por el momento y deseaba algo de aire. El joven la siguió y observaron las luces del puente—. Deberías regresar a casa, no es seguro —mencionó como si se tratara de una madre hacia un niño, considerando que ella tenia unos cuantos siglos de edad más que el muchacho.

Sean enarcó una ceja, pasó de no entender nada a sentirse tonto. Pero en realidad no entendía la actitud de ella.

—Quizás tienes razón —dijo. Ya había olvidado el miedo, pensar que ella era una ladrona lo había decepcionado. Trataba de no mirarla—, pero no me importa que no sea seguro. Si me puedo morir ahora mismo, mucho mejor.

Aubrey lo miró con curiosidad, era extraño escuchar una respuesta como aquella, era el primero de su especie que tenía tan... poco ánimo hacia la vida.

—¿Por qué? —pregunto curiosa como si quisiera comprenderlo, pero era demasiado complicada, demasiado… fría para él—. ¿Por qué quisieras estar muerto? —y talvez demasiado imprudente.

—Porque ya estoy muerto por dentro. Sólo me falta morir físicamente y listo —dijo con ligero sarcasmo—, perdón, tienes razón, lo mejor es que me vaya —se hizo para atrás y ella no se inmutó, miró sus ropas elegantes manchadas—. ¿Qué fue lo que pasó de verdad? ¿Te atacaron o atacaste tú? Por que si fuiste tu quisiera saber cómo pudiste hacerlo...

En un principio Aubrey sintió curiosidad por aquella respuesta, pero pronto la desechó de su cabeza porque poco o nada recordaba lo que estar con vida. En silencio mientras el continuaba hablando miro sus manos un instante.

—¿Qué sabes de los tuyos? —preguntó mientras miraba sus uñas pintadas de negro y manchadas de sangre. Sean la miró confundido, como atontado. Aubrey continuó—. Los tuyos están vivos, aunque quieren estar muertos, es una ironía muy… extravagante, incluso en mi lugar, te aseguro que hace mucho tiempo, se lo que estar muerto — sonrió de forma seductora como si quisiera jugar un juego o como si estuviera poseída por algo que no era ella misma—. ¿Quién es el atacante y quién es la victima, si una niña es violada y en su defensa asesina al violador, entonces… ¿quién es la victima? todos tenemos un poco de ambos, ¿no crees? —por su monólogo iba a asustarlo sin intención alguna, talvez era lo mejor pero el experimento iba a terminar y talvez con el su cordura.

—¿Los míos? —Sean tardó en reaccionar ante la cantidad de palabras que ella había dicho y se dio cuenta de cómo miraba ella sus manos y los pasaba sobre su ropa tratando de encontrar algo fresco.

Su instinto se activó de nuevo: "aléjate" "corre" "huye", pero en lugar de eso él se quedó de pie tratando de conectar cables.
—Todos somos capaces de asesinar. La diferencia es le motivo por el cual hacerlo.

"Corre"

"No, hay algo más en ella"

Miró su sonrisa y sus ojos brillantes. Ella dio un paso a él y él dio el paso atrás. Entro una cierta adrenalina, algo extraño en él, algo que jamás había sentido y que ella lo estaba activando.
—¿Qué eres? —preguntó al no hallarse por si mismo respuesta.

Cuando lo escuchó, Aubrey sonrió, “bingo” pensó y continuó acercándose a él, talvez porque estaba perdiendo la cordura o porque encontraba la situación demasiado divertida, además su familia la estaba buscando y él debía comprender lo que ambos eran.

—Porque no le preguntas al jefe de tu familia —respondió inquisitivamente mostrando en el proceso sus dientes afiliados, algo que no era normal en nadie, y entonces se acercó al joven y extendiendo su mano, tomando su mentón entre sus dedos. Los ojos azules de Sean la miraban, estaba asustado, pero si supiera la magnitud en habilidades talvez hubiera sido mas interesante aquel bizarro encuentro. Entonces, Aubrey subió su mirada y pasó sus labios por su mentón bajándolos hacia su cuello y extendió sus colmillos sobre la piel.

Fue solo un roce, antes de separarse con brusquedad y comenzar a caminar hacia el lado contrario, la brisa marina rozo su rostro pálido mientras sonreía con crueldad.

—Bienvenido a la ciudad de los vampiros —declaró en un susurró que solo ella podría escuchar, mientras se retiraba los tacos negros y extendía sus manos hacia su propia piel arañándola comenzó a alejarse sin decir nada más.

Sean permaneció en su lugar, recordado los segundos anterior donde sintió algo muy parecido al miedo. Había dicho que quería morir y por primera vez parecía que alguien le había respondido. Podía hacerlo, no tenía que adivinar más qué era Aubrey. Se lo había dicho con sus acciones.

Recordó el aliento frío en su cuello cuando de nuevo todo él le pedía que corriera, que se alejara, pero no podía, estaba peleando contra su instinto y su voluntad. Había cerrado los ojos, como esperando que lo matara. Ahí mismo, en ese momento. Pero la forma en que ella lo alejó lo desconcertó. Sin decir mucho pronto ella se fue con una sonrisa en la boca, burlándose de él, de ella misma.

Recuperándose se borró eso parecido al miedo. Y sólo pudo ver que ella había desaparecido entre las sombras, cuando eso sucedió al fin se pudo moverse, y trató de ir tras ella, pero era inútil.

Sintió algo en su barbilla. Sangre, la sangre de sus manos ahora en él. Su corazón se aceleró. Debía encontrarla de nuevo, pero primero regresaría a casa a hablar con Dante.

Le debía explicaciones.




Cuando Aubrey miró la luna en el cielo, lejos ya del puerto de la ciudad; sonrió con placer mientras saboreaba la sangre que había probado del muchacho. Sean, si recordaba bien era su nombre, tenía mucho que aprender de el mundo más siniestro en el que sus razas vivían.

Iba a ser divertido enseñarle.




Continúa.



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