domingo, septiembre 26

Red Wine §Capítulo 1§

Titulo: Red Wine (Vino Rojo)
Capítulo: 1 // Thru the glass.
Autor: Sabrina Knight //Vejibra
Fandom: Original. 
Reseña: Hay un laberinto del cual no podemos salir nunca: nuestra mente.

Capítulo 1
"Thru the glass"


Llamó a la puerta de nuevo, lo habían dejado afuera en la lluvia sin ninguna protección más que la de su abrigo gris y una escoba despeinada, casi calva. Tocó más y más fuerte la puerta tratando de que alguien lo escuchara, pero nadie lo oía, nadie. Gritó pidiendo lo dejaran entrar, pero la lluvia sonaba más fuerte que él.

- Permettez-moi d'entrer! - gritaba sin recibir respuesta, con el agua en la cara escurriéndole y nublándole la vista.

Comenzaba a sentir frio, un frio que le estaba calando los huesos y que le quitaba fuerzas

- Permettez-moi d'entrer s'il vous plaît! - sin embargo la lluvia ya no era sólo un factor para sentirse más débil. Se estaba desesperando, sus piernas dejaron de reaccionarle, ahora temblaba. Tenía más frio y la lluvia se confundía con su llanto. ¡Cuánto odiaba llorar!

Golpeó la puerta de madero sólida una vez más, con todas sus fuerzas, tratando de romperla con ese solo intento, pero no podía.

Se rindió. Cayó de rodillas tratando de continuar con su ruego que nadie contestaba.

- permettez-moi d'entrer s'il vous plaît... - decía llorando, tiritando de frio, dolor.

Sólo quería entrar, quería entrar a verla. Necesitaba verla por última vez antes de que se fuera para siempre y la perdiera sin decirle todo lo que sentía.

- permettez-moi d'entrer... - rogó una vez más - Je dois la voir...

Entonces para su sorpresa sintió que la puerta se abría. No podía dar crédito a lo que miraba, no podía levantarse, sólo alzó la cabeza para encontrar una sombra de alguien muy grande, borroso y casi sin forma.

- Je dois la voir! - exigió, pero la sombra lo detuvo a que se fuera arrastrando. Y con una voz áspera, dura dijo:
- Elle est morte...

Abrió los ojos en par con el nudo en la garganta que siempre tenía cada vez que volvía a soñar con ella y la extraña mezcla de sus recuerdos de adolescencia.

Siempre llovía, siempre llevaba ese abrigo y la escoba.

Nunca lo dejaban entrar.

Como cada vez que tenía su sueño, se hizo a un lado de la cama y miró la fotografía de una bella chica pelirroja de delicadas facciones y bella sonrisa. Y volvía a llorar.

- Bridget... - murmuraba en voz baja una y otra vez, como si repitiéndolo lograra que la fotografía se moviera y volviera a la vida.

Y Sean volvía a quedar dormido.


Abrieron la puerta de un dormitorio oscuro lentamente, la luz del exterior mostró una pequeña sombra que se iba haciendo más y más alargada. La sombra se fue acercando a la cama con sigilo, y pronto la sombra se detuvo y sacó un objeto fino y largo que se acercó al rostro del chico dormido que apenas sacaba la cabeza de su largo edredón.
La sombra mostró al fin una mano delgada y delicada, y en ella una pluma que acercó a la nariz del chico. La agitó, pero él no se inmutó. La agitó otra vez... pero apenas suspiró.

La pluma se fue alejando de su nariz para sus orejas y se volvió a agitar, al fin el chico se empezó a mover. La pluma volvió a hacer lo mismo y  el chico al fin se quejó, pero sin abrir los ojos se cambió de lado de la cama.

La pluma se hizo a un lado y la sombra volvió a ocultar la pluma. Ahora la sombra volvió a caminar lentamente sin hacer ruido hasta cambiar de lado contrario de la cama donde asomaba el rostro dormido de Sean, sólo que esta vez no se acercó de nuevo a su cama, sino que se dirigió a la ventana. Las manos finas tomaron las cortinas que ocultaban el sol y... las abrieron.

Inmediatamente se escuchó la queja de él que se negó de nuevo a abrir los ojos y se ocultó detrás de su edredón.

La sombra era en realidad una bonita chica rubia de larga y ondulada cabellera acompañada de ojos almendrados y grandes, delgada y con una sonrisa coqueta que miraba al bello durmiente.

- ¡Ya es hora Sean, despierta! - le dijo cruzando los brazos dejando ver la pluma que llevaba la sombra.

Sean sólo se quejó haciendo ruidos sin sentido. La chica dejó la pluma a un lado y se acercó a la cama para sacudir al chico tan fuerte como podía y al final le quitó el edredón dejándolo al descubierto. Sean entre su queja tomó su almohada y ocultó su rostro como si esto lo hiciera invisible.

Ella suspiró molesta y se lo quitó.

- ¡Ya, suficiente! - le arrebató la almohada y empezó a golpearlo con ella.
- Basta, basta Juliet! - Sean se levantó aun tratando de reaccionar al sol que le molestaba.
- Pues levántate, no seas holgazán.
- Tengo sueño, déjame dormir - medio abrió un ojo, se talló el otro y los entreabrió aun con su rostro de sueño - diez minutos más.
- Tus diez minutos son una hora - le aventó la almohada al rostro – nuestro tío nos espera, así que ya salte - se encaminó a la puerta - ¡Y no te vuelvas a dormir! - dijo de forma amenazante, pero al darle la espalda sonrió cual niña pequeña al haber hecho una travesura y salió azotando la puerta.

Sean aun entre miró tratando de abrir más los ojos. Estaba completamente despeinado y aun con la huella de saliva en la mejilla. Se estiró y se dejó caer a la cama de nuevo. Aun tenía mucho sueño. Cerró los ojos y se volvió a estirar moviendo todo el cuerpo, al final se quedó inmóvil en la cama con los ojos abiertos mirando el techo. Giró la cabeza a un lado y miró de nuevo el retrato de Bridget.

- Buenos días linda - le dirigió una sonrisa al retrato que parecía mirarlo también sin dejar de sonreír.


Juliet bajó con paso delicado, como contando cada paso que daba, levantando la cabeza y suspirando como recién levantada de un bonito sueño. Llegó a una muy elegante cocina blanca y se robó una manzana de la canasta que estaba sobre la barra de servicio. La acercó a su boca, pero antes de poder morderla una voz la interrumpió.

- Debes de lavarla ¿lo sabías? - Juliet alejó la manzana de ella y giró la cabeza hacia donde provenía la voz. Era un hombre alto (mucho más que Juliet) de cabellera castaña, vestido elegantemente, y con unos lentes oscuros. - te he dicho que no comas algo sin antes lavarlo.
- Jamás he sabido cómo lo haces - suspiró resignada encaminándose al lavadero.
- ¿Cómo hago qué?
- Saber lo que hago - enjuagó la manzana - no sé que súper sentido tienes, pero siempre sabes lo que hago aunque no haga ningún ruido.
- Los ciegos intensificamos los demás sentidos.
- Pero tus sentido son mucho más sensibles que el de cualquier otro - cerró la llave y la secó con una franela que estaba cerca de ella - eso a veces me asusta tío.

El hombre sonrió satisfecho, se acercó a la estantería y sacó una taza para servirse con plena seguridad el café caliente que se estaba despachando en la cafetera. Juliet sin más excusa mordió la manzana y se sentó en la barra.

- ¿No vas a desayunar? - preguntó su tío.
- Voy a esperar a Sean.
- ¿Ya lo fuiste a levantar? – ella asintió - ¿y se levantó?
- Eso espero, sino lo voy a volver a golpear hasta que lo haga.
- Siempre tan delicada, linda - Juliet sonrió orgullosa - no deberías esperarlo, vas a llegar tarde al colegio y Sean ni siquiera va a la escuela.
- No me gusta comer sola.
- Entonces desayuna conmigo.
- No, tú comes en 3 minutos.
- Tú también deberías hacerlo.
- Yo como con calma.
- ¿Y por eso ya te acabaste la manzana? - Juliet torció la boca molesta evidenciando que efectivamente se había comido la manzana.
- ¿Ya te dije que me das miedo? - lanzó el resto de la manzana al bote y le atinó a la canasta. Se acercó a la canasta de nuevo y repitió el proceso de lavado.

Su tío se quedó callado tomando su taza de café sonrió divertido ante las quejas de la pequeña, sin embargo sintió que Juliet estaba intranquila. Y efectivamente, Juliet no paraba de mirar las escaleras esperando a que bajara Sean.

- ¿Segura que no quieres desayunar conmigo?
- Te dije que espero a Sean - tomó la manzana roja y le dio una fuerte mordida - ya vete a tu trabajo si quieres.
- ¿Me estas corriendo?
- Claro que no tío - aseveró - sólo estoy esperando a Sean - los dos quedaron en silencio de nuevo. Juliet cruzó los brazos y suspiró molesta sentándose a un lado de su tio. - Apuesto a que está contemplando de nuevo su foto.
- ¿Su foto?
- Bueno, la foto de "ella". – Aclaró - Ni tan bonita que hubiera sido.
- Era su esposa - Juliet se encogió de hombros sin darle importancia - no subestimes lo que sintió tu primo por ella.
- No lo subestimo, sólo... - se quedó pensando - creo que exagera.

Le dio otra mordida a su manzana y dio por cerrado el tema. Justo en ese momento bajó Sean con el cabello todo despeinado, pero al fin vestido decentemente.

- Buenos días - dijo entre un bostezo limpiándose el rostro. Dio otro fuerte bostezo y sonrió. - ¿Qué pasa?
- Nada - Juliet sonrió y de un brinco se levantó de su asiento corriendo a la estufa - ¿Qué quieres desayunar Sean?
- Lo que sea está bien.
- Vamos Sean, pide algo, lo que sea, yo lo preparo en cinco minutos.

Sean alzó los hombros y Juliet sonrió.

- Huevos revueltos serán - sonrió y se puso rápidamente el delantal poniendo toda su atención en la cocina. Sean quedó enfrente de su tío y  volteó a otra parte.
- ¿Cómo amaneciste Sean?
- Con sueño – volvió a bostezar y se estiró. Entrecerró los ojos y sin querer se quedó dormitando en la mesa.
- ¡Sean – la chica azotó el sartén en la mesa y el chico despertó de un brinco – ya no te duermas!
- Ya, perdón. – Juliet lo mal miró y le sirvió en el plato. Se sentó a su lado y empezaron a comer en silencio.

Era difícil describir la situación de los tres. Por un lado ambos chicos eran primos cercanos, pero no se habían conocido hasta hace un año, cuando Sean había sido obligado a vivir con Dante, su tío y ahora su tutor.

Esto ocurrió después de haberse escapado a Francia durante 3 años donde se había hecho pasar por mayor de edad, se enamoró y se casó con Bridget Freire quien trágicamente había muerto de una extraña enfermedad. De haber sido por Sean hubiera continuado su vida en Francia y guardado luto ahí, pero la noticia de la muerte de Bridget provocó una serie de trámites que lo obligaron decir la verdad y ser deportado a su país, Estados Unidos, con las acusaciones de falsedad de documentos que lo llevó a la condena de tener que vivir con Dante hasta que cumpliera la mayoría de edad, pero para eso faltaban 3 años más.

Juliet por otro lado era una chica que toda su vida la había vivido con Dante, al cual consideraba como un padre por la protección que le daba, a pesar de siempre querer demostrar que era más independiente de lo que no era. Lo curioso era que desde que Sean empezó a vivir con ellos, su actitud había cambiado, de ser una chica despreocupada por el mundo, se transformó a alguien pendiente por la vida de su primo. Lo empezó a procurar y preocuparse cada vez que no llegaba o no llamaba. Por él empezó a cocinar.

Dante era lo que Sean llamaba “un completo misterio”. Sabía que era su tio, que tenía que vivir con él y que era abogado. Y nada más. No tenía una relación amorosa, nadie lo llamaba fuera de su trabajo, parecía un reloj sincronizado con las 10 de la mañana que salía de la casa y a las 7 que volvía. Inclusive Juliet tampoco sabía nada de él.

Claro, ninguno de los dos se preocupó en saber más de Dante. Y Dante no se preocupaba en dar más información.

Sean fue el primero en terminar de comer y se tomó el jugo de un sorbo y se volvió a estirar con pereza. Juliet se le quedó viendo frunciendo el entrecejo.

- ¿Qué vas a hacer hoy? – preguntó Juliet metiéndose un bocado a la boca.
- No sé… quizás caminar por la ciudad y perderme hasta mañana – bostezó.
- ¿Estás loco? Siempre haces lo mismo y no haces nada.
- ¿Qué más puedo hacer? – preguntó indiferente.
- No lo sé, algo más. Siempre estas de holgazán, no te tomas la molestia de hacer nada.
- No tengo nada qué hacer.
- Eso no es cierto ¿verdad tío? – Dante se ocultó detrás de la taza de café y no dijo nada. Juliet gruñó molesta.
- Ya viste – Sean suspiró y se levantó de la mesa con toda la pereza del mundo dejando a Juliet con la queja en la boca.
- ¿Puedes llevar a Juliet? – preguntó de la nada Dante y ambos adolescentes lo miraron confundidos – Ya es tarde y no va a llegar a tiempo si la lleva el chofer.
- Eso es cierto -  Juliet se repuso de la confusión y el rostro se le iluminó – Vamos Sean, ¿puedes llevarme a la escuela? ¿O es que tu apretada agenda no te deja?
- ¿Y cómo se supone que la llevaré? ¿Caminando y de la mano? – Juliet tenía la respuesta en la boca cuando Dante le lanzó unas llaves a Sean dejándolos de nuevo confundidos a los dos. Sean miró las llaves; eran de una motocicleta.
- Es la más rápida de todas – Sean se quedó sin palabras y Juliet sonrió aun más. -¿La llevas?
- ¿Esa es la condición para usarla? ¿Llevar a Juliet?
- No es condición, sólo es un favor.

Sean trató de no mostrar la emoción que le daba tener esas llaves en sus manos, así que sólo se encogió de hombros.

- Bueno, no tengo nada más que hacer. – y se encaminó al estacionamiento.

Juliet se levantó de un brinco tan emocionada que sólo pudo besar a Dante y correr al estacionamiento tras de Sean. Dante sólo esbozó una sonrisa.

- Sólo es un niño. – se dijo para sí mismo y le dio el último sorbo a su café.

Al fin tocar la piel que envolvía la motocicleta era como un éxtasis que todos sienten una vez en la vida, pero nadie puede explicar. Suspiró maravillado imaginando la velocidad a la que podría ir tratando de no parecer más emocionado de lo que ya estaba. Cuando Juliet llegó con su mochila Sean le dio su casco.

- ¿De verdad crees tener la cabeza tan dura? – preguntó irónica.
- Averigüémoslo – sonrió travieso y se montó invitando a Juliet que velozmente se sentó atrás tomándolo fuertemente de la cintura. - ¿lista?
- Siempre – Sean bufó y encendió la maquina, las puertas del estacionamiento se abrieron y con un rugido del motor abandonaron el lugar.

2 comentarios:

  1. me encanta este capitulo es super original
    ^_^ besos y suerte.

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  2. Acabo de empezar esta historia y mañana continuaré con ella. Esa historia de amor entre Bridget y Sean llama mucho la atención.

    Saludos

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